Creo que mi madre todavía no me ha perdonado que frustrara su ilusión de tener un hijo médico y todavía me recuerda de vez en cuando cómo me desvanecí la primera vez que vi un parto...en la televisión...y eso que era en blanco y negro.
Cuando confieso esta especie de hemofobia las mujeres acostumbran a pensar que si llego a tener que menstruar todos los meses iba a ser más famoso que un murciélago con miedo a la oscuridad. Pero en esta ocasión la naturaleza en lugar de ser sabia, era una cachonda con ganas de divertirse. No, no hizo que menstruara, que eso sí que me habría dado fama mundial; si no que me obsequió con una patología llamada epistaxis frecuente, que no hace referencia a ninguna compañía de taxis griega, si no que lo que quiere decir es que sangro por la nariz con mucha facilidad. De hecho podría haberme puesto a trabajar con las señora Rosario que hacía unas morcillas de lujo...pero que trabajaran menores de edad estaba mal visto...Así que era un gracia cuando cada vez que me sonaba, estornudaba, o me agachaba deprisa a atarme los cordones de los zapatos y empezaban a caer gotas de sangre al tiempo me tambaleaba, me ponía pálido y terminaba sentado en el suelo más pálido que el primo albino del conde Drácula. Si me conocían no pasaba nada, pero si pasaba en mitad de la calle encima se montaba un circo alrededor que en lugar de ayudar empeoraba las cosas. Y siempre se oía algún comentario original del tipo "Anda que si llegas a ser mujer..."
En realidad no podría calificar este problema como una hemofobia, porque en realidad muchas veces noto como me empiezo a marear sin llegar a ver una gota de sangre. Simplemente con oír algo, por ejemplo el ruido metálico del material quirúrgico; o el olor a hospital...noto como las rodillas se me empiezan a aflojar e instintivamente busco la pared más cercana; que es mucho más llevadero resbalar como un borracho contra una pared, que caer como un tronco en un festival de leñadores de Oregón y despertarte con la cara como si te hubiera dado de comulgar un cura cabreado.
Por suerte con el tiempo he logrado controlar y templar mis nervios hasta el punto de conseguir aguantar con estoicidad cómo le extraían un tubo, a mi juicio enorme (parecía una parte del oleoducto argelino), que drenaba una operación de vesícula de mi mujer y que hizo brotar un chorrillo de sangre de un metro. El médico le quitaba importancia diciendo "esto está estupendo" y yo le miraba con cara de "estupendos estaban los callos que me acabo de comer en la cafetería, ¿QUIERES VERLOS?". Lo cierto es que además de un profesional impresionante era (y es) una estupenda persona. Pero con extraño sentido del humor. De hecho el día antes, al terminar la operación y contarme lo bien que había ido todo, va el tío cachondo y me da un frasco con lo que se supone que era la vesícula biliar de mi mujer y me dice "Esto es para que lo lleves a biopsiar, es al otro lado de la calle...". Yo me quedé agarrado al frasquito, hipnotizado y pensando este lo que quiere es que me atropelle el autobús al cruzar la calle. Pero me terminé reponiendo y fui capaz de cruzar la calle...sólo tardé hora y media. Encima al regresar todos me preguntaban que qué había estado haciendo tanto tiempo...y claro ¿cómo les iba a explicar que le había enseñado los callos a la chica que recibió (entre otras cosas) el fasquito?
Por otro lado el tema de la sangre lo superé bastante el día que amanecí rebozadito en sangre desde las orejas a las rodillas, como si me hubiera escapado de la matanza de Texas (y ahora sí que no estoy exagerando nada, tardé unos cuantos días en recuperar la sangre que perdí). La solución fue sencilla, te meten un tubo incandescente por la nariz y te la achicharran por dentro...y a partir de ese momento en lugar de sacarte mocos de la nariz lo que te sacas son ladrillos de kilo y medio...pero tienes la ventaja de que tener peor olfato puedes entrar en una pocilga y dar lo buenos días como si entraras en el bar de sin vomitar. Además como eso ya me lo hicieron con 17 años no había problema que perdiera ningún diente al intentar comerme mocos de tanta consistencia.
Por todo lo anterior lo paso mal en muchas ocasiones que acompaño a mi mujer a cualquier consulta médica.
De hecho observo que muchas mujeres tienen especial interés en participar en un macabro concurso en el que gana aquella a la que le han hecho la carnicería más atroz. He asistido atónito a conversaciones en los que una señora daba explicaciones sobre una cesárea que le hicieron sin anestesia y se apartaba el refajo para enseñar la ciactriz, como si la hubieran cosido con las amarras del Titanic...y la de al lado no iba a ser menos, que poco más y dice que le han operado tantas veces del estómago que en lugar de cicatriz lo que le han puesto es una cremallera. Y si no es eso, siempre está el concurso de los dolores de parto, alguna ha llegado a decir que estuvo dilatando día y medio...que yo ya me imaginaba que estaba pariendo un Volkswagen Polo. Hay veces en las que puedes empezar escuchando un comentario sobre un grano de pus en la nariz y terminar, entre náuseas, oyendo como un elefante borracho le hacía un transplante de corazón a una niña epiléptica en mitad del incendio de San Francisco.
Y claro, yo todo ese panorama lo aguanto como puedo. En parte con una curiosidad enfermiza y en parte porque no quiero moverme tambaleándome, con riesgo de que regurgite hasta los potitos que me dieron de niño...porque seguro que las señoras aprovecharían la ocasión, primero para reírse del género másculino (cosa que tampoco es complicada) y en segundo lugar para entrar en un concurso de vómitos. No me extrañaría que alguna de las de la animada tertulia contara que estuvo vomitando siete semanas, mientras nadaba en un charco de sangre, huyendo de un médico que le quería amputar el cielo del paladar con una motosierra...
Y todo esto me lo ha traído a la memoria, mi visita por urgencia al hospital esta misma mañana, acompañando a mi mujer (Lo cuento y lo adorno porque ella misma ha hecho alguna gracia al respecto). Mi mujer, como todas, es una gran sufridora y después de unos días con una pequeña hemorragia y algunos dolores preocupantes, me sugirió que fuéramos urgentemente al ginecólogo, mientras me retorcía con sutiliza las gónadas. A lo cuál yo accedí gustoso con una sonrisa de oreja a oreja.
En la consulta todo iba estupendamente, no había ningún corrillo de señoras escenificando ninguna carnicería. El hospital no olía a hospital...bien. Pero después de las preguntas de tanteo del ginecólogo y de empezar a explorar mi señora en la sala de al lado, comienzo a oír:
[Doctor a mi mujer] "Tienes un pólipo" [yo mismo]...un poliqué? si mi mujer no se baja ni politonos, va a tener un policualo...
[Doc] "cuello del útero" [en mi cabeza] y como el conocimiento de anatomía femenina de los hombres es bastante limitado, mi mente ya empieza a desvariar y las paredes de la consulta se me empiezan a venir encima
"hay que extirparlo, inmediatamente" comoooor???
"sin anestesia" hostia! esto sí que va a ser la matanza de Texas...y encimna no sé si voy a dejar media docena de dientes en la mesa del despacho o directamente me voy a desnucar por el lado contrario.
En esto, el ginecólogo, abandona la sala y entra en el despacho en el que yo ya tengo una cara de camaleón que asusta (verde y con los ojos mirando en trayectorias opuestas) y me dice "Buenas noticias!" Buenas? joder macho...tú antes que has sido el relaciones públicas del Atlético de Madrid, verdad? Y una noticia mala como es? Le acompaño en el sentimiento...
Me miró raro, por mi cara se dio cuenta de todo lo que pasaba por mi cabeza y como buen doctor...me ignoró.
Regresó a la sala con un frasquito de formol y siguió hablando con mi mujer, que se quejaba de forma intermitente.
"Tranquila que no te va a doler" Uff le va a doler!
"Va a ser un momento" Encima va a ser complicado
Y de repente, según palabras de mi mujer le ve asomar con cara sonriente de entre sus piernas (las mujeres sabéis perfectamente la agradable postura de la que hablo)...y mostrándole con infantil orgullo el pólipo como si fuera un tripa de unos cuantos centímetros "Mira que bonito!" dice el jodío. Como si hubiera pescado una trucha....por lo que contaba mi mujer me recordó a mi mismo de chaval pescando y diciéndole a mi padre con una de mis primeras capturas todavía saltando en el sedal "Mira Papá, he pescado una trucha" "No hijo, si una loncha de bacon puede envolver al pez, en lugar de entrar dentro...no es una trucha" y acto seguida la misma trucha, ofendida, se soltó del anzuelo y volvió al río.
Al poco tiempo ya regresó mi mujer, más o menos renqueante y el ginecólogo triunfal con el botecito de formol y con el alien dentro. Yo creo que ya estaba pensando cómo iba a vacilar a los compañeros a la hora del café, seguramente comiento una tostada de jamón... Y seguramente también entrarán en algún concurso de atrocidades médicas del tipo "Yo un día disfrazado de elefante le hice un trasplante de corazón a una niña epiléptica en el incendio de San Francisco" y el de al lado "Eso no es nada, yo ayer en lugar de suturar una operación de estómago, le puse una cremallera"
Y yo que casi había recuperado color humano, en cuánto me puso el bote delante de las narices, noté que empeoraba. Menos mal que esta vez el galeno se apiadó de mi y me dijo "no te preocupes, estuve en un parto en el que el marido cayó redondo hacia atrás y tuvimos que darle 10 puntos" Eso! tú anímame!! Venga esta noche ponle a la Pantoja un capítulo de Prision Break para que vaya haciendo boca...eh? Pero en el fondo es un tío listo y encantador y se dio cuenta de que lo que me convenía era que me dejaran a mi aire y en dos minutillos ya podía caminar como las muñecas de Famosa.
Por suerte todo ha pasado, estoy muy agradecido al doctor. Yo estoy repuesto...mi mujer también. Y esta noche pretendo cenarme una buena morcilla de Burgos.