Revista Talentos

Me enfermé de pena

Publicado el 27 agosto 2014 por Xilenaenellimbo @XilenaEnElLimbo

Me enfermé de pena

Así y ahí te recordaré siempre

Cuando era chica me enfermaba más que ahora. Una vez, me pillé el sarampión -según dice mi mamá, muy fuerte- deliraba y mi hermano me cuidaba y me ponía paños en la frente.
Cuando estaba buena, nos tirábamos los trastos a la cabeza, como todos los hermanos. Pero cuando estaba enfermita, él ayudaba a mi mama a cuidarme (gracias, Cabezón). 

En algún punto de mi vida, dejé de ponerme mala. Y de tener fiebre. No recuerdo cuando fue la última vez que tuve fiebre, pero me atrevería decir que por lo menos, 14 o 15 años atrás. Cuando estoy sana y me pongo el termómetro, marca 35. Nunca pasa de 36.  Os preguntaréis por qué os cuento esto. Os lo cuento porque este domingo amanecí enferma. Con amigdalitis purulenta. Y fiebre. Y una pena negra que se comía mi corazón. El día anterior me había enterado de que mi tío Jorge había muerto. No del cáncer que sufría, si no de un puto aneurisma. Me quedé sin aire. Sentía que se me iba la vida. Estaba sola en mi casa mientras mi familia se preparaba para despedir a Jorge para siempre, a 14 mil kilómetros de distancia. No podía respirar. No podía creer que la próxima vez que fuera a Chile no iba a ver a Jorge. No podía creer que no lo iba a ver nunca más. Teníamos planes. Quería venir a verme. Era difícil, pero soñar era gratis. 


No os voy a decir que era el hombre más bueno del planeta, porque tuvo sus cosas. Pero sí que fue el hombre más bueno que supo ser. Y supo mucho. Y muy bien. Tuvo una vida difícil. Y cuando estaba feliz, viviendo donde quería y haciendo lo que le gustaba, lo golpeó el cáncer. Nos golpeó a todos. Pero supo enfrentarlo con una sonrisa. Y vencerlo. También con una sonrisa. O por lo menos una sonrisa fue lo que siempre me ofreció a mí. Una talla. Una broma. Una llamada mientras estaba en el hospital haciéndose la químio. Pero ya no está. No más llamadas. Ni WhatsApps. Ni salmón ahumado pescado por él. Ni rafting. Tampoco me podrá enseñar a conducir la moto que se había comprado. Ni aconsejarme que tenga cuidado con los "chavales españoles". Ni decirme "te quiero n".

Sé que en Chile lo despidieron como se merecía. Con mucha gente que lo quería. Yo no estaba. Otra vez. Pero lo despedí como pude. De la única manera que supe. Me fui a mi playa a la misma hora y me senté cerca de los pescadores. Y los vi pescar. Los vi tirar sus cañas al agua, como tantísimas veces hizo él. Su pasión. 


Tu gran pasión. Tú no has podido venir, pero una de tus moscas viajará en los próximos días a El Limbo y se quedará conmigo. Para siempre. 

Desde que sé que ya no estás es como si no habitará este cuerpo que tanto me duele. No sabía que tener fiebre podía hacer doler hasta el pelo. No me acordaba. Y a pesar del dolor físico que tengo, desde que te fuiste, es como si yo no estuviera. No me quedan lágrimas y no consigo sentirme viva. Ni bien. Ni que baje la fiebre. Y es que me enfermé de la pena. De la puta pena que me da saber que jamás te volveré a abrazar. 


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