Me gustan los hombres, sí, y soy una feminista acorde al 80 % con su propuesta igualitaria (la ideología comunista no me va y no la uno a la causa). Cuento, además, con una ventaja con respecto a la mayoría: no le debo nada a nadie, no me patrocina, paga, o apadrina ni el Tato, y eso me permite poder opinar a favor de unos u otros, unas u otras, tengan la afiliación, creencias o clase social que tengan, según me dicten la razón y el sentido común. Todos estamos condicionados por nuestras circunstancias personales, pero yo, a la hora de manifestarme, intento callarlas. A veces, hasta lo consigo.
Últimamente abogo mucho por la mujer, porque es un tema que me atañe directamente como persona, madre y hermana de todas las demás. La sororidad me puede, me gusta, y me parece de justicia. El machismo me revienta la paciencia, y más (no sé si eso me desdice) el femenino, que es aún más estúpido si cabe. Ellas contra ellas. Ojalá nunca ninguna se vea en una situación en la que necesite la solidaridad que ahora se niegan, pero si eso pasara, podrán acudir a uno de esos «chiringuitos» (los llaman), que seguro las atenderán. Ocurre un poco como con la Policía y demás Cuerpos de Seguridad del Estado: tú los denigras, y ellos se la juegan por ti. Pero bueno, la inteligencia no abunda. El agradecimiento, tampoco. La empatía, ¿qué es eso? Asumámoslo.
Titulo esta entrada de tal modo, porque a las feministas se nos llama «cosas» tales como: guarras, nazis (¿¿??), violentas, hembristas, lesbianas (¡¡!!), machorras, antihombres, castradoras, manipuladoras, mentirosas, liantas, vagas, feas, falsas, gordas, orcos… sin olvidar los insultos básicos de puta, hija de puta (tan machistas ellos en sí mismos), golfa, y demás. Titulo esta entrada así porque yo (me pongo como ejemplo y doy la cara, aunque es generalidad) no creo responder a casi ninguna de esas afirmaciones tan categóricas («lesbiana» no es insulto, pero la intención es lo que cuenta); me gustan los hombres más que comer con los dedos, les reconozco en toda su valía e importancia, pero lo cortés no me quita lo valiente de luchar porque la mujer entre, salga, coma, beba y VIVA como le dé la repotente gana*, sin que un desconocido le haga de padre cada dos por tres, o la agreda en un callejón, porque su instinto goloso e irreprimible así le dicte.
Me gustan (y mucho) los hombres. Los hombres inteligentes. Los hombres feministas.
(Incluso musculados me gustan…)(*) La frase en cursiva pertenece a Sor Felisa, que me dio clases de Filosofía. Mi recuerdo para ella.
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