Tengo un hábito odioso. Lo he mencionado antes. Pensé que había quedado en el pasado, sustituido por la mala costumbre de mesarme el cabello. Pero volvió, se instaló y cobró fuerza los últimos días.
Me hago hoyos en la cabeza. Todo fue volver a rascar "un poquito" y ahora estoy de nuevo proponiéndome dejarlo, cada día. Arde, duele y me hace perder los cabellos del lugar donde rasco.
Hay momentos gloriosos, como cuando ha pasado más o menos un día y medio sin que rasque: la costrita está dura y seca, atrayendo a mi uña para que la quite. ¡Se siente tan bien! Luego se siente mal; se ve mal; pero sigo y sigo porque al mismo tiempo se siente bien.
Silvia Parque