Navegando por las contradicciones, que como las olas bañan las resacas de los pensamientos, vaivén infinito de idas y vueltas interminables, sin reproches ni dudas, enroscadas todas en este dolce far niente tintado de azurro, alejado el pensamiento de ataduras racionales, despierto en el limbo del sin sentido, sin atar al corazón, dejándolo desbocado, a rienda suelta, y al galope. Que se desprenda del cuerpo y que se rinda ante lo ingrávido, dejándolo mudo en esa languidez que se quita el sombrero ante las despedidas y los reencuentros. Que sienta solo y no se acobarde, que se acurruque en esa boca que aletea, o en ese semen que se desperdicia o en los muslos abiertos de un amanecer que huele al café de tu piel. Abandonarse al instante, besarle en la boca, oler esa flor que colocas entre los mechones disueltos de mi pelo y mi oreja izquierda. Besarte las manos que hacen justicia por mí, dejarte entrar por la puerta grande y regalarte todas mis dudas y mis promesas incumplidas, mis reproches, y los desdeñados vodkas rojos de mi boca. Dejarte las facturas del pasado en la mesita de noche, recoger mi cepillo de dientes y regalarte un beso en la frente antes de que despiertes.Y luego soltarte, e irme, y ver en la arena de cualquier playa tus huellas lejos de mis silencios, y deshacerme de lo que fue sólo mío, ahogarlo en la espuma de las crestas sonrientes de una marea que crepite sin fin bajo los tardíos rayos del sol que se adormecen en la orilla, y saborear este instante en el que me desprendo de ti y como en un cuadro de Chagall, vernos volar de la mano por las cúpulas de un verso que se durmió en el suspiro de una ola.Y horas después, llevarme el libro bajo el brazo, y seguir leyendo, pero en otro bar, y en otra ciudad, hasta el próximo desencuentro, en el que aquella vieja canción nos aúne de nuevo en esos puertos, que de tan nuestros, ya son de nadie.
Iconografía, Fabián Pérez.