Me pidió
las flores de mi cara,
mis ríos de tinta,
mi lluvia más azul.
Me pidió
la llama de mi corazón
la pasión de mi boca,
la verdad de mi alma,
el arcoiris de mi cama.
Me pidió
mis tiempos sobrantes,
los que me faltaban,
los de la mañana, la tarde,
y los de la noche más umbria.
Me pidió las esquinas de mi cielo,
las alas de mis vuelos,
los espacios perdidos de mi vida,
los encontrados,
los vividos y no vividos,
los que llené de ilusión,
melancolía,
tristeza
y alegría.
Me pidió
los pensamientos difusos,
los inconclusos,
los desacertados,
los enmarañados,
los certeros,
los lógicos
y los alocados.
Me pidió
abrir y cerrar,
comer y dormir,
amar y esperar,
me pidió
botones de vida,
mirada perdida,
arrancarle la camisa,
despeinar su pelo
y sus prisas,
planchar las arrugas
de su tristeza,
jugar a las damas,
al parchís
y a las cartas.
Me pidió
medirlo,
romperlo,
comerlo
y vivirlo.
Me pidió beber
su miel,
su vino
y su hiel,
Me pidió un buen día,
volverlo del revés.