A veces las lágrimas no son lágrimas de tristeza, o sí. A veces las lágrimas son lágrimas de rabia y de impotencia. A veces las lágrimas son lágrimas por la valentía olvidada en los recuerdos de la infancia. A veces las lágrimas son sólo lágrimas, porque no deseamos analizarlas no vaya a ser que nos expliquen más cosas de las que estamos preparados para escuchar.
Mis lágrimas huelen a existencia porque ellas me recuerdan que aún no he muerto y que las cosas y las personas no me son indiferentes. Mis lágrimas saben a sal, como el mar, porque son intensas y en cada gota se condensan todos mis sentimientos en ese instante.