Tomo posición. Me doy cuenta de que alguna vez quise estar de un lado y de otro, porque compartía algo con un lado y con otro; de que muchas veces quise no estar ni de un lado ni de otro, porque me resistía a asociarme con aspectos de un lado y del otro; me resistía, de hecho, a situarme en "un lado", habiendo tantísimos más que dos, es decir: mucho más que "esto o aquello". Pero me ha sido necesario situarme.
Ser la persona que soy implica filiaciones y desasociaciones. Hay cosas que no me gustan, incluso personas que no me gustan -creo que llegué a los treinta sin que hubiera una persona de la que pudiera decir así: "no me gusta"-. Tengo una visión de la vida, creencias y supuestos, que no concuerdan e incluso se oponen a los de algunas otras personas. Antes, quise armonizar, ajustarme, en atención a lo válido de la visión, las creencias y supuestos de los otros; pero ya no; sé que hay algo válido en esa diversidad de visiones, creencias y supuestos, pero me con-formo de un modo en que ya no me muevo. Antes, incluso, acepté paradigmas más ampliamente aceptados que el mío, ideas más justificadas que las mías, y dejé que trastocaran mi identidad; ya no: tampoco. No me muevo.
Me relaciono con personas muy diferentes a mí, no se piense lo contrario. Me puedo llevar muy bien con ellas y apreciarlas sinceramente, como personas. Conversar, aprender, disfrutar; si todos fuéramos iguales sería muy aburrido. Además, mi juicio es un proceso crítico, reflexivo y abierto, así que no digo "no me muevo" como si trazara cuatro líneas de un color sobre el piso, y dijera: voy a dedicarme a repasar esto para que jamás se desgaste. Es nada más, que me gusta ser más yo y me doy cuenta de que no me conviene otra cosa.
Silvia Parque