Me voy a Japón

Siete días. A casar a mi hijo. Con una japonesa, of course. Después se irán a vivir a Inglaterra. La globalización, llevada al terreno familiar.

Volver a Japón siempre es agradable. Empresarialmente hablando, para mi es la demostración viva de que un país funciona cuando  todos –bueno, muchos- de sus profesionales ponen todo su interés y capacidad en, sea cual sea su trabajo, ser los mejores cada día realizándolo. Recuerdo, en el metro de Tokyo, a un empleado que estaba limpiando los pasamanos de goma de una escalera mecánica. Llevaba consigo todo un arsenal de útiles de limpieza, y los empleaba- en lo que aparentemente es un trabajo de cuarto nivel- con el mismo cuidado y atención con que un cirujano puede preparar el área donde va a operar.  O, en la calle, el modo en que un policía intervino entre un hombre mayor y un joven que se estaban enfrentando porque el más añoso  decía que el otro se “le había colado” mientras esperaban a ser atendidos en un comercio. Eso no era un agente de la autoridad a nuestro modo entendido. Era un mediador educado que se llevo a uno y a otro para ir hablando con ellos, y con sonrisas logró que terminaran dándose la mano.

Para los que estéis mas interesados en el aspecto lúdico del viaje, mi otro hijo ira colgando las cosas familiares – que se puedan colgar- en su blog (esto es cosa de familia)

http://ianvaldivieso.blogspot.com.es/

Por mi parte, seguiré con la línea “empresarial”, que en cada visita, siempre encuentro algún aprendizaje sobre su forma de hacer y entender la vida.