Recoge las bragas que ha dejado dobladas encima de la hierba mientras acaba de limpiarse con un pañuelo de papel. Se las pone, se arregla la falda y se dirige hacia la camioneta. Abre la puerta y sube a la cabina. Él ya esta sentado con las manos al volante y con cara de impaciencia.
—No tenemos todo el día—dice sin mirarla y arranca el motor
Ella no contesta y fija su mirada en el horizonte mas allá de la carretera que bordea la costa. Al cabo de unos pocos kilómetros ven a lo lejos un control de policía.
—Lo que faltaba—exclama él—ahora encontrarnos con esos cabrones. A ver que jodido coño quieren hoy.
Para unos pocos metros antes de la patrulla, saca su cara mas amable por la ventanilla y dice:
—Buenos días agentes. ¿Algún problema?
El policía no contesta e indica con un gesto que bajen los dos.
—¿Quién es la mujer?—pregunta entonces
—Es mi esposa, señor
—¿Desde hace cuando?
—Desde hace dos años, señor.
—¿Te la mama bien cabrón?—pregunta el policía sin cambiar su tono—¿Que si te la mama bien te he preguntado?
—Si señor.
—Si señor ¿que?
—Si señor, me la mama bien
—Ven aquí—le dice a la mujer—demuéstrame como lo haces de bien, so puta.
Ella no se mueve del sitio y mira suplicante al hombre que ni siquiera aparta su mirada del suelo.
—¿Quieres que le pegue un tiro a este cabrón?
Entonces el hombre va hacia ella, la coge del brazo con fuerza y la tira al suelo delante del policía. Este suelta una carcajada. Mira con desprecio al hombre y murmura:
—Cacho cabrón, hijo de puta.
Minutos después la mujer aún de rodillas escupe con todas sus fuerzas intentando limpiar su boca de hasta la última gota que ha recibido.
El segundo policía que ha estado callado y alejado de la escena se acerca con una sonrisa en su cara mientras se va desabrochando el pantalón. La mujer lo mira sin ninguna expresión en su cara. Cuando han acabado el policía saca su pistola y dice:
—Os voy a matar a los dos, hijos de puta— y apunta a la cabeza del hombre
—No me dispare señor, no diré nada señor, mátela a ella, no me importa señor, es una puta guatemalteca que he recogido por la carretera, la llevaba a cambio de follármela, quiere ir a Estados Unidos, mátela a ella señor, nadie la echará en falta señor, tenga mi dinero— y le alarga un fajo de billetes que ha sacado de su bolsillo.
El policía mira al hombre, coge el dinero, sonríe, mira a la mujer, apunta el arma y la dispara tres veces. La mujer cae al suelo y el polvo seco de la carretera se empieza a empapar de sangre.
—Lárgate cabrón, lárgate.