Aviso: Rollo trascendental del CaDs, leer a riesgo propio.
De un tiempo a esta parte a veces me doy cuenta de que le doy vueltas al mismo concepto muchas veces. En concreto últimamente la palabra “mediocre” no hace mas que rondarme. Yo soy así, a veces me gusta reflexionar sobre conceptos aleatorios y con suerte de vez en cuando llego a alguna conclusión interesante.
Compartirla o no depende de la conclusión en sí y de las ganas que tenga de hablar/escribir ese día.
Tal vez el concepto que yo tengo de mediocre sea diferente del vuestro, no lo se. Para mi algo mediocre es algo del montón, gris, anodino, sin sabor, sin color y que pasa desapercibido sin dejar huella alguna. Y en muchas ocasiones me descubro a mi mismo viviendo mis días de esa manera.
Ojo que esto lo dice un tío para el que la rutina consiste en vivir en Tokyo habiendo nacido en un pueblecito de la sierra de Madrid.
Pero en realidad vivir de manera mediocre tiene mas que ver con uno mismo que con su entorno. Tal vez por eso estos días estoy reflexionando más en cada día que pasa, en lo que he hecho durante esa jornada, en si he aprovechado mi tiempo, mi energía… en fin os hacéis una idea.
Por supuesto reflexionar sobre esto es tremendamente incómodo, a poco que te pares a pensar te das cuenta de que no, que mucho de lo que has hecho durante el día es mediocre. Que has dejado pasar un día mas sin sabor, sin huella y que el ayer ya no se cambia, ya es tarde para eso.
Sólo queda tratar de hacerlo mejor mañana.
Esta filosofía hay que cogerla también con pinzas. Por supuesto que si hiciera cada día lo que me da la gana probablemente no podría hacer frente a las facturas del alquiler, o simplemente no podría mantener el nivel de vida al que estoy acostumbrado.
Pero aun así creo que se puede alcanzar un equilibrio de alguna manera.
Últimamente escucho mucho y hablo menos.
Escucho a mis amigos, aprendo de su manera de vivir, de las decisiones que han ido tomando y de como se han ido construyendo su actual presente y como proyectan su futuro.
He “aprendido” de lejos lo que significa retrasar un poco tus sueños por amor a tu familia. Decidir romper con tu rutina y tomarte un tiempo para ti mismo, aun sin tener del todo claro que comerás mañana. Poner en juego muchas de las cosas que tienes ahora por pasar una noche de fiesta que igual se va de las manos.
A fin de cuentas somos animales emocionales y hemos construido todo un sistema de razonamiento para justificar nuestras acciones, ya sean mas o menos nobles. Incluso somos capaces de justificar el rencor mas amargo.
Desde que nací he participado en este “mundo flotante” al que llamamos vida que tan curiosamente retratan las Ukyo-e. Despertar y comenzar a ser también espectador no deja de resultar curioso.
Hace unos días fui a cenar con mi novia a un restaurante para celebrar mi cumpleaños. Resultó que aquella noche llovió bastante y casi todas las reservas del restaurante se habían cancelado y terminamos prácticamente cenando con el dueño del y su mujer. El hombre nos pidió hacerse una foto con nosotros para publicarla en Facebook y decía lleno de orgullo que siempre conseguía mas de 100 likes en sus fotos.
No es la primera vez que escucho eso, ni la primera vez que veo orgullo/realización por recibir mas o menos “puntos” en tal o cual red social. Esta tendencia se ha incrementado mucho a lo largo de los últimos años con la proliferación de estas redes, hasta el punto de que hay quien depende de la “aprobación” de gente que ni conoce en persona y busca desesperadamente satisfacer los gustos de ese “publico” desconocido.
Pero al final se termina en un circulo vicioso, todo el mundo termina haciendo las mismas fotos de comida, compartiendo los mismos enlaces de los shows de moda, o tageandose en los lugares que todo el mundo visita.
A mi todo esto me resulta mediocre.
En cambio, hace unos meses me fui con Ikusuki a visitar su Dojo y a ver como se daban las clases allí. No es porque últimamente esté pesado con el Karate (que lo estoy), si no que me resultó curioso que tanto el como sus compañeros de entrenamiento decidieran pasar la noche del viernes lanzando patadas, y perfeccionando posturas en lugar de visitar los restaurantes de moda o pillarse el pedo en el club de turno.
Me pareció auténtico.
El otro día tuve el gusto de cenar otra vez con Andrés Pascual y con Ecequiel Barricart.
De Andrés me gusta la pasión que tiene por vivir y la habilidad de encontrar historias escondidas en rincones de la vida cotidiana y en las experiencias vividas a lo largo de sus viajes. De Ecequiel me sorprendió su sinceridad y de sus ganas de aprender.
En concreto de Ecequiel me gustó que preguntaba sobre cosas que no sabía y no tenía ningún tipo de pudor reconociendo que no sabía de tal o cual tema. He conocido algún que otro “gurú” y mi impresión general era que tienen la necesidad de aparentar saber de todo.
Ecequiel me cayó bien instantáneamente cuando preguntó, “eso no lo he oído en mi vida, que es?”
Creo que el no sentir la necesidad de impresionar a los demás con tu “profile” sino ser uno mismo es lo que nos saca de la mediocridad. Sin embargo, ser simplemente tu mismo en una era en la que todo está sometido a la aprobación de esa “gran masa de desconocidos” a.k.a. “likes”, es tremendamente complicado… y completamente refrescante una vez te alejas de ahí.
Creo que por eso en este blog, a pesar de que hablo sobre mi vida en Japón no es un blog sobre Japón.
Nunca quise subirme al carro de blogs que necesariamente tienen que hablar sobre Japón aunque vivas en Timbuktu, y creo que por eso a pesar de haber vivido en Panamá, España y en Japón siempre he sido Carlos, el Donderis, Carlitos o Charles.
Si acaso tras vivir en Asia estoy descubriendo cada vez más qué es ese Carlos del que he oído hablar desde que nací.
Me gusta aprender sobre lo complejo que es ser simplemente uno mismo.
Cada uno de nosotros tiene diferentes caras, monstruos y pasajeros dentro de si. Como bromeo con Zordor cuando hablamos del “dark passenger”.
Somos imperfectos por naturaleza, y me voy dando cuenta de que no hay necesidad de aparentar lo contrario. Creo que aprender a aceptar nuestras imperfecciones y las de los demás, y aprender a convivir con ellas a diario es la clave para ser felices.
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