Comienzo a corregir las pruebas de Mediodía en Kensington Park. Se me saltan las lágrimas. Debo parar. Hoy dedico más tiempo a los pájaros y a las nubes que a mi propia persona. Y eso está muy bien. Dejo aquí un fragmento del capítulo 10.
Las personas mayores nunca paran de hablar. Y lo suelen hacer para saber que viven, no quieren estar solas, y es esa propia voz la que les otorga su representación y compañía. Es solo la alianza, la confederación de estados mutuos. Pero también es su condena, el comienzo del fin, el camino que empieza a dejarnos vacíos.