Los mejores escritos surgen al escuchar una canción que te inspire, al soñar o al observar una imagen que te emocione.
Haz de la máquina de escribir un piano, del piano una melodía y de la melodía una sucesión de palabras. Cierra los ojos y deja que tus dedos se deslicen libremente por el teclado.
Convierte cada escrito en un paso, un paso en una experiencia, una experiencia en un objetivo y un objetivo en un logro.
Porque para mí, la mejor manera de medir la vida no es en recuerdos, sino en palabras.