Siempre hemos querido mejorar, pero nunca nos hemos aclarado hasta qué límite. Me refiero a la mejora de las capacidades físicas y cognitivas. Mediante la educación hemos querido rendir más en las actividades motoras e intelectuales. Nos hemos rodeado de una gran variedad de artefactos y técnicas que nos ayudaban a superar retos cada vez más difíciles. Así, la línea entre lo natural y lo artificial ha sido elástica, permeable o inexistente.
Ahora, los avances tecnológicos prometen no solo eliminar las carencias o enfermedades, sino que hacen posible aumentar nuestras capacidades: correr más rápido, memorizar más cantidad de datos, razonar con mayor agilidad y precisión, o poseer un carácter más empático. La ingeniería genética, la neurociencia, la robótica, la biotecnología… Todas estas disciplinas pueden hacernos mejores a través de la intervención en nuestro organismo, gracias a implantes, edición genética o nuevos fármacos.
Hace unos cientos de años, hablar de trasplantes de órganos podía sonar a literatura de terror o ciencia ficción. La posibilidad de modificar al ser humano despertaba miedos e inseguridades. Hoy estamos orgullosos de disponer de un sistema de trasplantes al alcance de todos los ciudadanos.
Las nuevas tecnologías suponen un salto cualitativo, afirman los más desconfiados. Podemos transformar la naturaleza humana, su esencia. Las terapias son toleradas, siempre que sean para recuperar alguna función perdida y evitar sufrimiento. Pero ir más allá, para aumentar esas funciones, implica adentrarnos en un terreno muy peligroso desde el punto de vista biológico y ético.
Los más optimistas no comprenden estos miedos. Si el diseño de terapias nos hace la vida más agradable, entonces no hay ningún inconveniente. Si aumentar nuestra resistencia física o la capacidad de memorizar nos aporta mayor bienestar, pues tampoco hay problema alguno. Dentro de unas décadas, cuando esas técnicas se abaraten y generalicen, estaremos tan orgullosos de ellas como lo estamos hoy del sistema de trasplantes.
Pero no todo es tan bonito, argumentan los pesimistas. Desconocemos los efectos biológicos y sociales que puede desencadenar una tecnología para mejorar lo humano. La especie humana dejaría de ser lo que es. Las técnicas, muy costosas, solo estarían al alcance de los privilegiados del planeta. Todos los sistemas de atribución de méritos quedarían trastocados. Los seres humanos se convertirían en meros artefactos, dispositivos técnicos al servicio del mercado. Y el mundo, lejos de alcanzar mayor bienestar, sería más injusto e inseguro.
Que el ser humano modifique los procesos naturales no es nada nuevo, añaden los optimistas. De hecho, lo hemos estado haciendo constantemente, eso sí, cada vez con mejores herramientas teóricas y técnicas. Modificar el entorno y a nosotros mismos es algo natural en el ser humano… Forma parte de nuestra esencia. Por lo tanto, la tecnociencia actual no introduce ninguna novedad en ese sentido. Además, incluso el concepto de ser humano es una construcción.
Haya o no una naturaleza humana fija, esas técnicas ponen en peligro la libertad y la igualdad, los cimientos de la dignidad. Cualquier mejora de la especie o de los individuos que atente contra esos principios no puede traer verdadero bienestar a nuestras sociedades. Los más críticos piensan que, además de una catástrofe biológica, esas manipulaciones innecesarias supondrán un retroceso moral y político.
Quien desee seguir pensando estas cuestiones puede leer el excelente libro colectivo Más (que) humanos. Biotecnología, inteligencia artificial y ética de la mejora (Tecnos, 2021). Francisco Lara y Julian Savulescu son los editores. Aborda especialmente la posibilidad de una mejor moral de los seres humanos, a través de tratamientos con oxitocina o inteligencia artificial. Y si alguien quiere llevar este debate a las aulas, puede inscribirse en la IX Olimpiada filosófica de Andalucía, dedicada al tema “Transhumanismo. ¿Mejora o final de la especie humana?”. Hay distintas modalidades: vídeo, fotografía y disertación. Todas las bases están en la página de la Asociación Andaluza de Filosofía.
https://www.diariodejerez.es/jerez/Mejorar-humano-educacion-cerebros-toneles_0_1627339165.html