Revista Talentos

Melancólica y fiel

Publicado el 04 diciembre 2014 por Isabel Topham
Una lágrima menos que dejar ir.
Escuchaba baladas lentas mientras comía helado de chocolate tirada en el sofá con tan sólo un camisón por encima, y gemía entre sollozos y gritos a lágrima viva. Vivía en un pequeño apartamento en el cual, apenas entraba la luz natural y fácil de hacer sombra tanto a muebles como a ella misma en esas pésimas condiciones. Era pequeño, oscuro y algo melancólico en el cual pervivían muchos de los recuerdos por los cuales ahora vela su entierro. Iluminada por la luz artificial de la imagen de la película que observaba con la mirada perdida de lleno en el viejo televisor, y con envidia de sus dos protagonistas; le hacía perder más el tiempo y la paciencia en aquellos minutos de su vida.
Todo su alrededor resultaba ser un caos, entre olvidos, ausencias y recuerdos rotos los cuales se encontraban aún sobre las estanterías y el desorden de las mesas del salón. En algunos sonreían a solas, tímidamente y entre ellos dos sin importar las críticas ajenas; en otras, compartían el momento con sus amigos o algún que otro familiar. Sentía la necesidad de huir tras haber abierto horas antes aquel balcón por el que el viento mecía la suave tela blanca que colgaba del techo.
Sin apenas fuerzas, se puso en pie y con melosa voz pronunció repetidamente un nombre incomprensiblemente mientras con ambas manos, las cuales estaban temblando de dolor, y nervios en el cuerpo, sujetaban el café. Su maquillaje se ennegreció por momento y bajaba con total rapidez por sus mejillas, cual vertiente que lleva el río.
Por unos instantes dejó posar sus delicados dedos de porcelana en las letras de su teclado portátil, y sin pensar en absoluto comenzó a dibujar cientas de ellas a pesar de no tener sentido. Poco después, volvieron las lágrimas en su rostro al confesar su debilidad ante el miedo de recordar lo que la hace mal y ella sintió las ganas de parar.
Muy lentamente, comenzó a ir hacía la música para controlar el volumen de salida de ésta y, sin darse ni siquiera cuenta empezó a bailar de su mano, pegados entre ellos, y muy despacio, al ritmo de la canción mientras la sonrisa iluminaba su cara y posaba su cabeza sobre su hombro con las manos en el otro y en su cintura; hasta el minuto de chocar contra la realidad al recordar por última vez cómo se conocieron.
Te echo de menos a pesar de la distancia, y no sólo física.

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