Revista Diario

Memoria

Publicado el 04 julio 2011 por Encantada
Memoria
Después de completar varias memorias institucionales, inútiles en su mayor parte, he decidido aprovechar el tirón y escribir mi memoria personal de este curso.
A simple vista, resulta casi obligatorio colgarle la etiqueta de "difícil". Lo supuse desde que empezó, y por eso decidí plantarme en la consulta de la psicóloga el mismo día 1 de septiembre, con la idea de prevenir lo que, sin embargo, ya sólo se podía curar. Llevaba varios meses sufriendo cierta ansiedad, pero en el verano se desbocó como una yegua salvaje, y entendí que sería imposible domarla solo con las estrategias que conocía y que venían fallando reiteradamente.
A pesar de que me las prometía felices, la terapia sacó a la superficie numerosas emociones sobre las que llevaba años esparciendo paladas de cal. Mi cuerpo no pudo resistirlo y acabé sufriendo una crisis que me obligó a estar un mes de baja, seguido de una larga y costosa reincorporación a la "normalidad", en la que todavía me encuentro.
La necesidad de estar medicada y la inesperada baja laboral, unidas a las histriónicas formas que tomó mi ansiedad, destrozaron por completo lo que quedaba de mi autoestima, convenciéndome de que ese yo aletargado, incapaz y hundido era mi verdadero yo. Durante semanas pensé que iba a quedar "así", que ya nunca más sería capaz de levantarme por las mañanas, ni de tener ilusiones, planear o disfrutar de la vida. Sentía que me había perdido por completo, que había caído en un agujero negro sin salida.
Con el paso de los meses, no obstante, fui recuperándome de una manera espectacular. No sólo he vuelto a ser como creía que era, sino que he recuperado un yo que había aprendido a considerar una imaginario, un recuerdo fugaz perdido entre los años que ya no tenía esperanzas de volver a vivir.
La doctora me confirmó que muchos pacientes decían sentirse de esa manera, porque la depresión a veces se presenta de manera muy paulatina, te va hundiendo lentamente hasta que te pierdes, y cuando aciertas a recuperarte, descubres con tremendo horror que llevabas muchos años sufriendo una enfermedad callada que estaba a punto de hervirte viva cual rana cocida a fuego lento.
Pero esta es solo una parte del curso. Y es que también ha estado plagado de experiencias positivas: ha sido el año en que he sentido mayor conexión con mis alumnos, y en el que he recibido más regalos de su parte; he recuperado la dieta vegetariana y con ello una parte importante de mi forma de concebir la vida; he plantado cara a mis padres como nunca antes lo había hecho y he empezado a salir del armario con el resto de mi familia; he tenido el placer de compartir unos meses de trabajo con una compañera abiertamente lesbiana que me ha ayudado a superar muchos de mis miedos; estoy aprendiendo a manejar otros problemas de mi vida que nada tienen que ver con mi lesbianismo y que, precisamente por eso, habían quedado en un segundo plano durante años; he vuelto a montar en bici y a disfrutar con ello; he sentido intensamente el amor de mi novia, de mis amigos, de mis compañeros de trabajo.
Así que este curso no merece quedarse con el apelativo de "difícil"; parece más justo considerarlo "complejo", "intenso", "lleno de contrastes", incluso "extremo". Y como seguramente lo bueno no habría venido sin lo malo, me comprometo a guardar un buen recuerdo de esta bajada a los infiernos, cuya subida voy realizando sin mirar atrás, para no dejarme nada por el camino.
Encantada.

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