Revista Diario

Memoria de mi Enfermera XXXIII: Enfermera Enferma

Publicado el 22 septiembre 2011 por Lolamontalvo
Memoria de mi Enfermera XXXIII: Enfermera Enferma
Foto Lola Montalvo (c)
Los profesionales de la Salud también enfermamos. Es obvio, lo sé... pero creo que, a veces, se nos olvida.Y ahora me ha tocado a mí.Tenía programada la intervención desde hace semanas. En el estudio pre-anestésico me puse muy nerviosa y el médico me recomendó que tomara algún fármaco ansiolítico, para que fuera más sosegada al quirófano. La noche anterior dormí gracias a ese fármaco. La mañana del la intervención, me tomé otra. Ingresé a as 8 horas... Me recibió una enfermera... y no dije en ningún momento que mi profesión es la misma que la suya. No me gusta decirlo... ¿por qué? Se preguntará alguien. Pues porque así me puedo quejar y llorar si viene al caso sin sentirme ridícula. Porque parece que todo el mundo cuando te ve quejarte piensa o te dice: «¡tú tendrías que estar acostumbrada!». Y claro que estoy acostumbrada: a pinchar y hacerles técnicas más o menos dolorosas a otros... no a mí misma. Creo que el matiz es distinto ¿?Me llevaron a quirófano tumbada en la cama de la habitación. En ese preciso instante me entró un ataque de nervios... No voy a suavizarlo, ¡¡estaba fatal, aterrorizada!! Y cuando me pasaron a la mesa de quirófano, el estómago ya lo tenía anclado en la garganta y el corazón tomó su propio camino por la boca... tenía una crisis de ansiedad en toda regla.Me cogieron una vía... ¡¡¡madre del amor hermoso, lo que duele un abocath del 18... el muy...!!!Me tenían que poner la epidural para dormirme de cintura para abajo. Mi experiencia con las epidurales es catastrófica, motivado por mis dos partos en los que la epidural nunca entró a la primera. El anestesista me rogó unas mil veces que respirara hondo y me tranquilizara.Al final el pobre hombre lo logró y mis piernas, mi abdomen, semejaron un tronco de corcho que no me pertenecía.Isquemia con balón neumático, compresión en muslo... y al lío.La intervención duró 1 hora y 3/4 aproximadamente. Pasé un frío de mil demonios que no consiguió calmarme la sabanita que la enfermera circulante me puso como débil intento de hacerme entrar en calor. El cirujano sudaba a espuertas.Y... por fin, terminó.Me metieron en la cama de nuevo y me llevaron a «la sala de despertar». Cerré los ojos de alivio, del inmenso alivio que me embargaba al sentir que todo había acabado... ¡¡¡qué equivocada estaba!!!La amabilidad de todos los que me atendían, uno detrás de otro, me llenaba los ojos de lágrimas...porque, amigos, qué necesarios son la amabilidad, una sonrisa, un gesto simpático en momentos tan delicados, tan vulnerables como ésos, la vulnerabilidad que nos produce el estar enfermos y depender de manos ajenas.Otra horita más en «la sala de despertar» y me regresaron a mi habitación.Me recibió la amable sonrisa de mi marido... ¡Nunca me pareció más maravillosa su sonrisa, ni más cálidas sus manos!Recuperé la sensibilidad de las piernas... pero al ir al servicio... ¡¡no podía hacer pis!! ¡Madre del amor hermoso, me dolía horriblemente la tripa y sabía que tenía globo, pero no podía...! Me entró de nuevo el pánico.Me llevaron a hacer una radiografía.Volví a intentar orinar y casi llegué a las lágrimas cuando por fin pude hacerlo.Me pusieron millones de botecitos con medicación.Me tomaron la TA decenas de veces.Comprobaron que el apósito estaba seco y no sangraba. Probé tolerancia con agua que me empeñé por mis mulas que toleraría a la primera y lo logré.Me visitó el cirujano que me explicó que mi pobre pié estaba mucho peor de lo que parecía en un inicio, por lo que tuvo que curráserlo de lo lindo... la placa da fe de ello.Pasé la noche bastante bien y esta mañana me volví a casa. Cuando atravesé el umbral del que es mi hogar, me dio la sensación de que no había sitio más maravilloso y me dio la sensación de que había estado fuera, no una noche, sino una eternidad.La foto de ese pie, el mío, indica que ahora no estoy en mi mejor momento, que el post-operatorio va a ser incómodo, pero nada que no se pueda soportar. Hay cosillas mucho perores, no hay duda de ello.
Con esto que cuento, que me ha pasado a mí, creo que queda bastante claro lo que quiero expresar, ¿verdad?Demasiadas... siempre demasiadas veces, se nos olvida que nuestros pacientes tienen miedo ante intervenciones quirúrgicas o ante ingresos por procesos patológicos, graves o no. A nosotros, por desgracia, la costumbre y la experiencia al trabajar en esas intervenciones o en esos procesos nos lleva a minimizar o infravalorar (de forma inconsciente) el temor de nuestros pacientes, su angustia ante el sufrimiento, ante el dolor o las secuelas que todo ello les pueda reportar.Yo estos días he sido paciente. Me he negado a ser enfermera.Y he tenido miedo a ese dolor, a la angustia frente a lo que me esperaba. Os aseguro que he recordado a mis pacientes y a los temores que me manifestaban.Como digo en muchos otros espacios, he estado al otro lado.Espero que no nos haga falta a todos, como profesionales de la salud, pasar por una experiencia así, para tener presente todo lo que he contado. Me gustaría creer que no es necesario. Aunque a algunos de ellos, pocos, pero siempre demasiados, les vendría bien una dosis de esto...Y, por ahora, nada más.

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