Pasaron aquella noche, resguardados bajo techo y una vez de día, bestias y hombres se estiraron para escapar de las garras oníricas.
– Yo me quedo aquí, de guardia. No queremos que nos roben – dijo Phillippe después de bostezar.
– Buena idea – dijo Elefante.
– Mejor que hable con el ladrón, cara a cara – expuso Phillippe.
Elefante se recostó contra la columna que fue su apoyo durante la noche, cerró sus ojos, rascó su espalda y sonrió. A pocos metros, la araña se ejercitaba, doblando las patas, arriba y abajo en el aire para eliminar la tensión. Era un día largo el que afrontaban.
Memoria de un sueño
Andrés Gallego
Momentos musicales
Where the streets have no name - U2 - https://youtu.be/3FsrPEUt2Dg