— Te la jugó — dijo la voz entre risas — Por algo le llaman Olaf, el tramposo.
— Le llamaban. Aquella cruz. Me cegaba. Estaba a punto de vencerlo, hasta que la vi ... Era de plata. Mi miedo se disparó. La cabeza no regía y en ese momento, Olaf aprovechó el despiste y me dio un cabezazo. Aquel símbolo se clavó en mi frente — se tocó la cicatriz — Lo lancé hacia atrás de un puñetazo mientras una picazón recorría la herida que cauterizaba sola de la misma forma que el corcho crece de nuevo en el árbol tras retirarlo y en segundos, el dolor dio paso al alivio. Fue ...
—… Fui yo — prosiguió la sombra — Lo recuerdo. Sonreí, pues míos eran tus ojos, y vi a Olaf tirado, sin defensa. Dejé caer la espada, me quité los guantes, balbuceé “te mataré con mis propias manos” al tiempo que la espuma brotaba de nuestra boca y arranqué el trozo de piel chamuscado. Los colmillos se afilaron, el cuerpo se cubrió de pelo por todas partes. Los músculos, que crecían sin control, estallaron la armadura. Me comí aquel pedazo mientras nuestro amigo, que contemplaba la transformación desde el suelo, se meaba encima. Me encanta cuando lo hacen.
Memoria de un sueño
Andrés Gallego
Momentos musicales
Lucha de gigantes - Nacha Pop - https://youtu.be/A3J0YH9bfoE