Memoria del InfiernoBlanca Álvarez,Edebé, Barcelona, 2005, (Periscopio, 87).
La isla de San Simón, en la ría de Vigo, de claras connotaciones poética, fue, en la guerra civil, escenario de torturas, de violaciones de los derechos humanos y de mucho miedo. Ofelia, una chica de 15 años, pasa todos los veranos con sus padres en Redondela, en casa de su abuela. No obstante, el último verano, el de 2001, no iba a ser igual porque Ofelia, por fin, iba a levantar todos los velos de la memoria familiar. De la memoria histórica. De la Memoria. Sin más.El viejo pescador Tomasín es quien la pone en el camino y quien siembra el deseo de averiguar qué pasó con su bisabuelo Laureano, qué secreto guarda la abuela Rosa. Tomasín le explica cómo Laureano ayudó a muchos republicanos, los salvó de morir, aunque muy bien no se sabe cómo conseguía el dinero. Se dice que gracias a un tesoro que encontró en el fondo del mar, de uno de los galeones que se hundieron. Se dicen tantas cosas. El caso es que Laureano acabó siendo denunciado, torturado y silenciado. Y es su bisnieta, Ofelia, quien pondrá las cosas en su sitio. Ofelia, gracias a Tomasín, comienza a tejer el tapiz de su propia memoria. Sabe de su tío abuelo Cesarín, del dolor de su bisabuela, que también se llamaba Ofelia, de las fotografías de Perlines y, sobre todo, del dolor que tuvo que callarse, que tuvo que ahogarse en un pozo de miedos. Ofelia, que es joven y capaz, que tiene resolución, pide ayuda a Suso, un chico algo mayor que ella y, juntos, acaban dando en el clavo. Rosa, la abuela, tiene que ceder y aceptar que su nieta remueva todos los recuerdos para, al fin, poder llorar y descansar en paz.Memoria del infierno es un relato que alude a un tiempo pasado, al tiempo de las represalias, al tiempo de los desaparecidos, pero desde una óptica actual porque lo que no se conoce desaparece y hay cosas que nunca deben olvidarse. No obstante, el libro contiene otros registros. Ofelia, por ejemplo, la protagonista, es una chica que también se enamora ese verano, que también muestra sus sentimientos y es capaz de unirlos en uno solo, el afán por dar sepultura a su bisabuelo Laureano. Es, por lo tanto, una novela iniciática, pero también histórica porque recrea la memoria sentimental de un pueblo, de unas personas, de una familia.Hay muchos personajes en esta novela de Blanca Álvarez, reales y evocados; todos tienen su protagonismo especial y todos forman como una especie de coro griego que resalta las cualidades del héroe, en este caso Laureano.Destacan también algunos elementos simbólicos como el espejo que se vuelve negro, la cruz que guarda el cadáver de Laureano, el propio letrero con el que lo sepultaron y esa caja que guardó en el huerto. No obstante, al desarrollarse en Galicia, también son frecuentes las alusiones al mar, al mundo especial de los marineros y a la magia, esa magia cotidiana en donde las apariciones se aceptan y en donde los muertos no acaban de irse del todo. Hay, por último, una defensa de las raíces en la propia Rosa, quien habla gallego y quien evoca, en su nieta, un idioma musical que ella quisiera aprender. Por otro lado, los versos del poeta gallego Manuel Antonio son, de alguna manera, la música que suena a lo largo de todo el relato, puesto que fueron versos muy importantes para los personajes, los actuales y los desaparecidos.La escritora maneja distintos planos narrativos, el evocado y el actual. En tercera persona se va desgranando ese verano de Ofelia, aunque no siempre es la tercera persona narrativa, sino que, a veces, en otro tipo de letra, se acude a la primera persona, a la persona que habla, Tomasín, por ejemplo, quien apela a Ofelia y la insta a buscar, a investigar, le pide que se atreva a hacerlo para poner las cosas en su sitio.Memoria del infierno es una novela comprometida con el pasado reciente, pero sobre todo con el ser humano, que tiene derecho a su memoria y a sus propios recuerdos. Ofelia crece y madura en ese último verano y pone las bases para su futuro, un futuro, que cuatro año después, en 2004, nos muestra, esperanzada.