Revista Literatura

Menores asesinos

Publicado el 08 abril 2010 por House
Regreso a este espacio desde mi inconstancia habitual y mi permanente desorden, pero estos últimos días se produjo un desagradable y violento suceso que, de entrada, debe plantear un serio y reflexivo debate en muchos estratos de la sociedad.Me refiero a la desaparición de la menor Cristina Martin en Seseña y la posterior aparición del cadáver de la joven.Partiendo de la base de que por mucho que se profundice en la investigación judicial, policial y forense del caso, lo cierto es que nadie será capaz de lograr que la víctima recobre la vida. Una vida prematura, truncada de forma estúpida, no sólo por lo que implica la muerte de un adolescente víctima de un asesinato injusto, sino con el sadismo y crueldad con que la menor asesina (porque desgraciadamente no se le puede calificar de otra manera), terminó con la vida de su supuesta amiga.Resulta escalofriante leer en la prensa el relato que la menor detenida hizo a las autiridades judiciales. De verdad, a cualquiera se le ponen los pelos de punta al observar la frialdad y pasividad con que la adolescente narró cómo le dio una paliza a su víctima. Pero aún resulta más sobrecogedor el informe forense, en el que se señala que la joven Cristina murió victima de una herida incisiva en la muñeca; herida, por otro lado, que asistida oportunamente no hubiera generado ningún tipo de complicación. Menos aún la muerte. Ello añadido al hecho de que la adolescente imputada todavía no ha descelado si se deshizo del cuerpo de la víctima antes o después de arrojarla al pozo, aún convierte más esta historia en un thriller, que de ficción tiene poco y de realidad mucho.Aunque lógicamente las autoridades judiciales aún tienen que cerrar el caso con el consiguiente procesamiento y juicoio de la imputada, cierto es también, por otro lado, que a estas alturas de la fiesta (con perdón), importa poco si ésta hirió a su víctima antes de arrojarla al pozo. El sadismo, la crueldad, el ensañamiento, la perversión está servida en plato frío y sobre mantel de tela. En este momento importa poco si las adolescentes se disputaban el mismo calzón masculino, tenían diferencias ideológicas o sociales, o simplemente entre ellas existía una latente antipatía que terminó en crimen. Los ingredientes enunciados aún cobran mayor importancia si finalmente se certifica lo que los agentes de la Benemérita intuyen. La hipótesis de que la presunta asesina asestara el corte en la muñeca de Cristina con posterioridad a que ésta perdiera la consciencia tras propinarle una soberana paliza, es más que probable. Y eso, tal y como ha definido el propio Fiscal de Menores, se denomina asesinato. ¿Se enteraron bien? Eso, asesinato.Hasta aquí el relato de los hechos. Y a partir de aquí, en vez de adoptar de una vez por todas, una sensata retahíla de medidas para evitar casos similares, seguimos cometiendo torpezas a la vez que nuestros jóvenes son vilpendiados y asesinados. ¿A alguien le cabe en la cabeza que el internamiento cautelar entre seis y nueve meses de la adolescente detenida se trata de un castiugo ejemplar? Parece la sentencia de algunos casos que se ven en las telenovelas hispanoamnericanas.En casos como el que nos ocupa, el Poder Judicial debe ser ejemplarizante en las medidas a adoptar, máxime cuando sucesos como éste pueden desembocar que una ola de agitación y temor entre padres con hijos en edad adolescentes. No es de recibo ni justo, no ya para la familia de la infortunada Cristina Martin, sino para la sociedad en general, el hecho de que su asesina pague un peaje tan liviano e intrascendente como el que nos ocupa. De seis a nueve meses. ¡Tela!Algo está fallando en nuestra sociedad. Un socavón de esta magnitud hay que taparlo con medidas más eficaces tanto exterior como interiormente. De lo contratio, inexorablemente sólo caminamos en una única dirección: hacia el fracaso más estrepitodo de nuestras instituciones, de nuestras estructuras más elementales y, lógicamente, de nuestra sociedad.En la edición digital de Europa Press, Fermin Bocos es contundente. Y dice bien cuando afirma que la educación de nuestros menores y adolescentes no sólo es competencia de padres y educadores, sino que existe otro factor de riesgo con el que las familias se enfrentan a diario. Los mensajes televisivos son, en muchaso casiones, los mensajes que nuestros jóvenes necesitan oír para sentirse más personas. No estoy diciendo (y Fermín Bocos tampoco) que diferentes medios de comunicación hagan apología en defensa de determinados. Ni mucho menos. Más bien, al contrario. Pero sí es cierto que la televisión juega un papel decisivo. Y es fundamental que desde ya alguien le ponga el cascabel al gato, y se adopten de manera precisas de forma contundente y rotunda. No hemos sido capaces de caminar por un camino sereno, y equilibrado. Ásí nos va. Hemos pasado de una sociedad anclada en una intolerancia absoluta a un estadio en el que abrazamos la libertad y el libertinaje como banderas de nuestro tiempo, bajo el escudo implacable del "todo vale". Y ello, queramos admitirlo o no, es un peligro más que latente. Ahí están las pruebas.La Ley del Menor ha fracaso estrepitisamente. Cristina es una víctima más de este fracaso. Pero la responsabilidad es de todos. A la vez intuyo que dentro de unas semanas, cuando ya nadie se acuerde de esta infortunada adolescentes (ni de sus padres), nadie retomará con rotundidad el debate abierto en la actualidad. Preferiremos mirar a otro lado y observar con cara de bobalicones, como se pone en tela de juicio la carrera de uno de los mas brillantes jueces que ha tenido la reciente historia de nuestro país, cómo determinados sectores de la Iglesia Católica hacen oídos sordos a las diversas denuncias por peredastia que fluyen desde diferentes confines, o cómo determinados responsables politicos (circunstancialmente del mismo partido político) intentan pasar de puntillas ante una oleada de casos de corrupción política e institucional.En otras ocasiones utilicé este mismo espacio para alertar públicamente acerca de la necesidad que la sociedad actual tiene de formar a nuestros jóvenes y adolescentes, para que mañana puedan conducir a buen puerto a las actuales estructuras, considerando siempre que la responsabilidad sobre el futuro es nuestra. De la forma que eduquemos y formemos a nuestros adolescentes dependerá su futuro. Pero parece que todo esto ni nos incumbe ni queremos prestarle nuestro tiempo. Ni nos incumbe ni queremos que nos afecte, y así nos va.Ambas jóvenes, víctima y verdugo, son el más fiel exponente de demostración de cómo está fallando el sistema actual. Ya nadie será capaz de recobrar la vida de Cristina Martin. Tampoco se podrá detener la inexorable máquina del tiempo a fin de lograr que los hechos discurrieran por otros cauces. Pero sí estamos a tiempo, y tenemos la responsabilidad de hacerlo, de que ella sea la última víctima y de que su agresora reciba un castigo ejemplar y ejemplarizante. Para ello basta con una herramienta, la voluntad de conseguirlo. Pero preferimos continuar acomodados en el diván de la hipocresia y de la falsedad más latentes para demostrarnos, primero a nosotros mismos y luego a los demás, de que nuestro Estado de Derecho no tiene capacidad ni instrumentos eficaces para resolver este grave problema.La adokescente imputada podría ser la responsable de la muerte de Cristina, pero nosotros somos los responsables de las muertes que nos traiga el futuro. Basta con dejar a un lado las estupideces en las que nos regodeamos inútilmente, y pongamonos a trabajar de forma inmediata y sin fiusuras. Nuestros jóvenes y adolescentes no lo agradecerán o repudiarán. Todo depende de lo que nosotros queramos para ellos en el futuro. Asi de fácil.

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