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Menores soldados. El caso colombiano

Publicado el 03 abril 2013 por Globalhumanitaria @Ghumanitaria

Menores soldados. El caso colombiano“Corderos entre lobos” se titula el informe elaborado durante cuatro años por la colombiana Natalia Springer, politóloga experta en Derecho Internacional Humanitario. Repasamos aquí algunos fragmentos de los distintos capítulos de este reporte que refleja una de las caras más crudas de la guerra: el reclutamiento de niños, niñas y adolescentes.

De acuerdo con el trabajo de Springer, “no menos de 18.000 niños, niñas y adolescentes forman parte de grupos armados ilegales y organizaciones criminales, y no menos de 100.000 están vinculados a sectores de la economía ilegal directamente controlada por grupos armados ilegales y organizaciones criminales”.

Remarca asimismo que los niños y niñas “no se vinculan a los grupos armados por su propia voluntad, ni cuentan con el criterio o la formación intelectual para tomar una decisión de ese resorte en total libertad”. ¿Por qué ingresan a estos grupos armados ilegales? No lo hacen porque “les distinga un gusto especial por las armas y los uniformes, ni por causa de la pobreza en sus hogares, ni porque estén marcados por una naturaleza violenta”, añade.

Sobre este aspecto, en distintos apartados Springer sostiene que los niños y las niñas ingresan a las filas de los grupos armados ilegales, “en primer lugar, debido a la existencia de un conflicto armado (…) el reclutamiento de niños, niñas y adolescentes es una política dirigida contra los más vulnerables, que saca ventaja de su condición (…) Tampoco mengua las responsabilidades del Estado ni lo exime de las obligaciones de protección en su más amplia interpretación”.

“La primera arma que te dan es la parte de un muerto, un pedazo, para que te acostumbres al olor de la muerte”, reza   uno de los testimonios de los niños reclutados que recoge el informe.

“¿Por qué los reclutan?”, plantea la autora. Y responde: “En primer lugar, es fácil extraer a los niños y niñas de sus hogares pobres, apremiados por la supervivencia. Estos niños y niñas no cuentan con redes extensas de apoyo, en su mayoría ya han abandonado la escuela y están buscando un oficio o están vinculados a la economía ilegal”.

En segundo lugar, el desarraigo y la precaria formación emocional hacen más fácil deshumanizarlos y someter su consciencia al discurso sectario: desmontar el pudor, la vergüenza, el miedo o el sentido de la solidaridad, el reconocimiento del otro, de la condición humana de sus víctimas”.

También el informe refleja que “los niños soportan mejor los rigores de las largas caminatas, el esfuerzo físico intenso, del desgaste de huir y la mala alimentación que reciben. Tienen mejor alcance visual, mejores reflejos y se enferman con menos frecuencia”.

“El reclutamiento de los niños y las niñas no es un proceso incidental o voluntario. La evidencia es concluyente al señalar que se trata de un crimen colectivo, en el marco de una política explícita de las organizaciones ilegales, orientada a consolidar el pie de fuerza y la mano de obra que les permita mantener el control sobre territorios y recursos estratégicos.

(…)

Se trata de una práctica que compromete múltiples violaciones graves a los derechos humanos, ejecutada de manera sistemática y consumada con la clara intención de someter a una población especialmente vulnerable. De convertir a las víctimas en victimarios”.


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