Dicen, siguen diciendo, que ha muerto el poeta Ángel González.
Cuando me anunciaron el deceso, recuerdo que dejé de escribir y busqué un libro de poemas entre mis libros preferidos.
Leí estos versos
( PARA QUE YO ME LLAME ÁNGEL GONZÁLEZ - Poemas de Ángel González http://www.poemas-del-alma.com/angel-gonzalez-para-que-yo-me-llame-angel-gonzalez.htm#ixzz3x4sZ44Q7)
y sonreí aliviado.
Mi padre me preguntó: A cuántos mataste hoy.
Yo aún sonreía, aliviado pero, no obstante, mustio.
-Ya te dije que en esta novela no mato a nadie.
-Qué raro. Antes matabas mucho.
-Menos que la muerte.
-Eso sí.
Mi padre pasó mucha hambre en la posguerra, cuando en las aldeas mineras asturianas únicamente las pulgas y los piojos no la sufrían.
Le falta la pierna derecha a mi padre; a los diecisiete años pisó una bomba de mano dormida entre la maleza desde la contienda civil y la despertó. Por eso, por el hambre y la prótesis, teme que haya otro enfrentamiento armado que nadie gana nunca, que pierde siempre el terco y torpe y violento ser humano al transformarse de pronto, de nuevo, en alimaña.
Mi padre sabe hoy algo fundamental: los libros que él despreció en la adolescencia pueden dar de comer al cuerpo y al espíritu sin que uno tenga que mancharse las manos.
Le muestro las mías, ensangrentadas.
-Bah, sangre ficticia, chaval.
(Mi vocabulario contamina el suyo cuando le gustan mis palabras, como ese calificativo, ficticio, o el antiguo nombre del ácido sulfúrico, aceite de vitriolo, que salido de su boca se me antoja todo un homenaje a los alquimistas)
Hablo mucho con mi padre; le hablo de que sería maravilloso que el Dios que un día busqué (sin hallarlo) tuviera piedad siquiera de los niños; de cómo en esos paraísos que loan los poetas únicamente pueden vivir los que no lo son; de cosas así.
Él calla a veces.
Creo que está orgulloso de no entenderme a veces, cuando calla.
Sí, dicen, siguen diciendo, que ha muerto Ángel González, pero también dicen, siguen diciendo, que, cinco meses antes, murió mi padre.
Son, continúan siendo, mentiras parciales.