Mentiras y engaños

Publicado el 20 agosto 2013 por Jcromero

Es conocido que de alguien simple cabe esperar simplezas, como del mediocre, vulgaridad y del embustero, mentiras. Pero cuando estas cualidades se concentran en quien hemos colocado al frente del Gobierno, o reaccionamos con decisión o no pasaremos de ser ciudadanos insignificantes, vulgares y simples.

Se propaga como una verdad irrebatible que las soluciones económicas puestas en marcha por el Gobierno son las únicas posibles; que el patriotismo interesado del Gobierno es el único, olvidando que la mejor patria no es ni el territorio ni la bandera, sino la ciudadanía; que, en definitiva, no hay alternativa a lo dictado por el Gobierno. De tal manera se insiste, que quienes no asumen lo dictado quedan expuestos al veredicto sumarísimo de editoriales, artículos, columnas de opinión, tertulias y algún que otro blog.

Aceptemos, por ejemplo, la necesidad de controlar el déficit público. Parece sensato. Pero, ¿sólo se puede controlar este déficit reduciendo el gasto público y los derechos ciudadanos? Si el fraude fiscal se calcula en unos 90 mil millones concentrados en los grandes patrimonios y empresas, ¿por qué se emprende la persecución de la sanidad y educación pública, la demolición de las políticas sociales y la desprotección social de los más necesitados? ¿Por qué se propone la delación como método para erradicar el menudeo del fraude laboral mientras que, para las grandes fortunas y los grandes defraudadores, el Consejo de Ministros, aprueba una generosa amnistía fiscal? ¿Quién dice que no hay alternativa? Quizá falte honradez y vergüenza pero, ¡claro que hay alternativa!

El presidente del Gobierno, por ejemplo, sus ministros y coristas nos dijeron que no había dinero. ¡No hay dinero!, enfatizaron con altanería mientras reducían el presupuesto destinado a sanidad, educación o dependencia. ¡No hay dinero!, asintieron los marhuendas de turno. No hay dinero, aceptó resignada esa mayoría silenciosa tan alabada por el señor presidente. Y de pronto un día, como por arte de magia, de la monocorde letanía del no hay dinero se pasó a una torrencial lluvia de millones, vía FROB, para la banca. Si a finales de 2012, el presidente nos dijo que “lo de los 40.000 millones es un préstamo a las entidades financiera que tienen que devolver“, meses después supimos que el Estado daba por perdida gran parte de ese préstamo. ¿Cómo que no hay dinero?, ¿cómo que no hay alternativa?

Es el triunfo de la derecha: negar cualquier posibilidad que no sea la suya, despreciar cualquier realidad que le estropee su propaganda, repudiar cualquier opción que no sea la suya. Una democracia precisa de opciones diferentes, nítidamente diferenciadas, compitiendo en igualdad de condiciones. Uno de los problemas del PSOE consiste en no diferenciarse económicamente del PP prácticamente en nada. Uno de los problemas de nuestra democracia es que PP y PSOE compiten en condiciones de privilegio sobre el resto de opciones políticas. Un problema común es la pasividad ciudadana y que los partidos políticos tienen por estrategia hablar más del adversario que de ellos, de sus proyectos y propuestas. Si a un socialista se le habla de los ERE rápidamente alude a la sospechosa financiación del PP, Bárcenas y los sobresueldos. Si a alguien del PP, o identificado con este partido, se le plantea la corrupción del Partido Popular, no tarda mucho en hablar de los ERE fraudulentos o de CiU y el Palau. Mal asuntos cuando unos tapan sus vergüenzas con las del contrario. Pero, ¿es cierto que no hay alternativa? Respuesta: más ciudadanía.

El miedo a perder el trabajo o a no encontrarlo y la mentira como recurso, atenazan a una ciudadanía ensimismada e indolente.  El presidente nos ha mentido siempre, y no hacemos nada. Sería entretenido buscar en las hemerotecas sus promesas sobre la educación, sanidad, pensiones o el IVA -incluido el de las chuches-; sería curioso pero agotador por el cúmulo de falsedades, medias verdades y mentiras completas. Al principio, las tapaba con la herencia pero ahora son tantas y tan variadas que ya no hay excusa ni herencia que valga. Lo que hay es la sospecha de que nos mienten en todo. Con ser grave la mentira, lo peor no es que el Presidente mienta con reiteración; lo preocupante es que aceptemos sus mentiras, que no pase nada cada vez que nos mienta y nos consolemos con eso de que sus mentiras, por reiteradas,  ya no engañan. Por cierto, para la mentira también hay alternativa: la verdad y una ciudadanía comprometida

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En otros blogs: Las claves del “caso Bárcenas” en 14 respuestasAstuta ignorancia, Mentiras e hipocresía, La gran mentira, Presunción de culpabilidad


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