comunidades ingenuas. El comunismo latinoamericano ha sufrido una metamorfosis radical para adoptar el formato de inocentes movimientos defensores del medio ambiente y de los derechos humanos. Ese es hoy el nuevo empleo que han encontrado los ex guerrilleros, terroristas y agitadores de antaño. Pero no es que hayan abandonado sus ideales políticos y sociales, ni sus ansias de poder, ni sus instintos violentistas, ni sus sueños utópicos para dedicarse al cultivo de flores y a dar mensajes de amor al prójimo. No. Se trata de una novedosa estrategia de infiltración social y de manipulación de conciencias que ha empezado a cobrar cada vez mayor fuerza en toda la región. La defensa del medio ambiente y de los derechos humanos es pues el nuevo rostro del comunismo continental. Es hora de reconocerlo, señalarlo y darle una mirada más cercana a este novedoso fenómeno social que ha empezado a extenderse como una plaga peligrosa.
El verdadero ambientalismo surgió como un nuevo interés de la ciencia y la política en los años 70, como corolario final de las primeras leyes de protección ambiental que aparecieron en los EEUU y Canadá desde los 60. La creación del EPA (Environmental Protection Agency) -con rango ministerial- fue seguida por la aparición de nuevas especialidades académicas y una serie de interesantes innovaciones tecnológicas que atenuaban los impactos ambientales de la industria, por ejemplo en la aeronáutica y la automotriz (motores más eficientes, catalizadores de gases, combustibles más limpios, etc.), además del inicio de programas científicos de investigación de la capa de ozono, los mares y las especies en peligro, la creación de zonas protegidas, entre muchas otras iniciativas verdaderamente ambientalistas, que significaron el incremento del presupuesto del gobierno de los EEUU en un 45% en 20 años. En cambio, el actual ambientalismo de izquierda tiene muy poco o nada de ambientalismo real y mucho de escandaloso ruido. Se basa fundamentalmente en una recargada y vaga retórica general acerca del medio ambiente, untada con una gran dosis de teatralidad y dramatización. Al igual que sus viejas peroratas marxistas, también el discurso ambientalista de izquierda rebosa en consignas efectistas y frases repetitivas donde se mezclan algunos conceptos ambientales, siempre muy generales, con las típicas expresiones del socialismo latinoamericano, sin ocultar para nada el propósito radical de combatir y eliminar al capitalismo industrial.
Como siempre, los intelectuales de izquierdas han creado todo un vocabulario novedoso en el que resaltan frases sugerentes, mezclando hábilmente conceptos ambientales y político sociales, como "justicia climática y social", "responsabilidad socioambiental", "derechos ambientales", "soberanía alimentaria", "modelo social de crecimiento sostenido", etc. Los documentos y discursos ambientalistas, propios de la izquierda ecológica, son piezas magistrales de la ambigüedad y la hipocresía, porque antes que preocupaciones ambientales destacan más sus propósitos de cambio del sistema político y económico, exigiendo un "nuevo orden económico mundial", que es la más vieja de las consignas remanentes del comunismo soviético. Esta fue la consigna que el comunismo soviético empezó a plasmar en medio de la Guerra Fría en cuanto documento y evento se organizaba en entidades como la ONU, la FAO, la OMS y otros, que luego se han repetido en foros regionales de Latinoamérica. Mucha gente joven ya ni siquiera sabe de dónde viene esta frasecita: "nuevo orden económico mundial". Lo que en realidad significaba era la propuesta de cambio del capitalismo por el socialismo. Lamentablemente ya sabemos que el socialismo es un fracaso total, en todas sus versiones. Pero la humanidad suele tener mala memoria y repetir la historia.
¿Cómo es que el comunismo mundial acabó convertido en ambientalismo? La historia es bastante simple. Al caer el muro de Berlín a fines de 1989 empezó el desplome mundial del comunismo, cuyos modelos empezaron a rodar unos tras otros cual fichas de dominó, hasta que en 1991 la poderosa y arrogante URSS dejó de existir, dejando un pestilente recuerdo de crímenes y horrores humanos desatados en nombre de la justicia social. Sin duda el comunismo es un insuperable ejemplo de la estupidez humana en busca del bien, y una muy triste muestra del nivel al que se puede llegar en la degradación humana por imponer unas ideas. Al fracaso de la URSS y sus satélites, debemos añadir los cambios ocurridos en China desde el apresamiento de la Banda de los Cuatro, a mediados de los 70, hasta la muerte de la viudad de Mao, Jiang Qing, en 1991, lo que significó la desaparición definitiva del ala dura del comunismo chino y el reforzamiento de las transformaciones que ya había iniciado Deng Xiaoping, liberalizando la economía y abriéndose al mundo. Fue la época en que Sendero Luminoso colgaba perros en los postes de Lima con carteles de "Muera el traidor Deng Xiaoping". Todo este panorama dejó sin piso y sin financiamiento a los partidos comunistas del mundo, acostumbrados a medrar de las ayudas económicas de estas potencias comunistas, incluyendo a la República Democrática Alemana y Cuba.
Ya sin financiamiento, ni guías, ni líderes, ni modelos que seguir los comunistas se quedaron pasmados. Solo les quedó un acabado Fidel Castro y una quebrada y miserable Cuba, junto a una humillante y vergonzosa Corea del Norte. Pero el estupor les duró pocos años. Los izquierdistas latinoamericanos acostumbrados ya a medrar del dinero ajeno, deambularon por Europa hasta que su gran olfato les permitió olisquear los enormes fondos que diversas instituciones mundiales destinan a financiar ONGs, esas organizaciones que canalizan las ayudas a los países del tercer mundo sin pasar por las burocracias estatales. Esa fue la única puerta abierta que encontraron. De inmediato el comunismo se alineó con dos clases de ONGs que les caía muy bien a sus fines políticos: la defensa de los derechos humanos y la defensa del medio ambiente. Por un lado tenían la oportunidad de emprender la defensa de los guerrilleros, terroristas y activistas de todo fuste e incluso llegar a instancias internacionales que ya existían en Latinoamérica, gracias al Sistema Interamericano de Derechos Humanos, el cual fue establecido básicamente para controlar las tropelías de las dictaduras militares que se constituyeron en una plaga regional durante casi todo el siglo XX, pero que en muchos casos aparecieron como respuesta a la agresión del comunismo internacional mediante la guerrilla urbana y el terrorismo. Esto fue una constante impuesta por el comunismo a nivel mundial desde el inicio de la Guerra Fría hasta la caída del Muro de Berlín, y afectó principalmente a los países del tercer mundo, y básicamente a Latinoamérica. No hubo un país de Latinoamérica libre de la plaga del comunismo y su criminal accionar. El Perú fue sin duda la víctima principal de este accionar del comunismo a nivel regional entre los 70 y 80.
La defensa de los derechos humanos le permitió a la izquierda llevar a los tribunales a los gobiernos que los enfrentaron con las armas y, más aún, exigir reparaciones económicas y volver a la sociedad como víctimas. Por otro lado el ambientalismo le dio a la izquierda latinoamericana el pretexto perfecto para cambiar su mensaje de odio de clase, sin dejar de combatir al capitalismo y a las grandes empresas transnacionales, tan odiadas dentro de la perversión mental de la izquierda. Pero más aún: les facilitó el contacto directo con las comunidades y el apoyo de estas, cosa que jamás consiguieron durante su versión guerrillera o terrorista. Además resulta mucho más fácil llegar a los indígenas con un mensaje ambiental que con grotescas tesis político sociales que nadie entiende. No tienen pues ya que adoctrinar a las masas en la lucha de clases, ni trabajar en la formación de su conciencia social, ni ninguna de esas delirantes tareas que antaño ocupaban la mente retorcida del progresismo.
Ahora el mensaje es más simple. Basta con apelar a las viejas técnicas de convencimiento universal, tan bien utilizadas por la religión durante milenios: el miedo. No solo llenan de miedos a los indígenas sino también -lógicamente- les ofrecen el camino de la salvación. Hoy los modernos predicadores de la izquierda ambientalista convencen a los campesinos de que les arrebatarán sus tierras, envenenarán sus fuentes de agua, los arrojarán de sus comarcas, contaminarán hasta el aire enfermando a sus hijos. Cosas que, en parte, desgraciadamente son ciertas en muchos casos. Nadie lo duda. Y en gran medida por la ineficiencia e irresponsabilidad del Estado que incumple su función de supervisión ambiental porque no tiene el presupuesto para hacerlo. De modo que el comunismo tenía no solo el discurso perfecto sino las pruebas de su acusación. Aunque la acusación era solo dirigida a las grandes empresas y no al ineficiente Estado inoperante. Obviamente, la "solución" que plantea la izquierda, y el plato de fondo del discurso ambientalista es el consabido "cambio de modelo económico" o "nuevo orden mundial", que adopta el nombrecito de "economía verde". En otras palabras, un socialismo agrario.
El problema es que la solución del ambientalismo ecocomunista significa la instauración de un socialismo agrario en el que deberemos convertirnos en vegetarianos y olvidarnos de todas esas "sucias industrias contaminantes", lo que prácticamente significa el regreso a la Edad de Piedra. Ni siquiera podemos hablar de la Edad de Bronce, ya que para eso se necesita extraer minerales, y el ambientalismo ecocomunista se opone a toda forma de actividad "extractivista", pues erosiona los suelos y contamina las aguas, entre otros maleficios ecológicos. En realidad, dentro del ecocomunismo no existe ninguna idea clara de lo que ven como opción razonable. Se oponen prácticamente a todo, incluyendo carreteras, represas, hidroeléctricas, industrias que consuman energía fósil, etc., sustentados básicamente en una crítica radical y persistente de lo que denominan "el actual modelo de desarrollo extractivista primario exportador". Todo lo que se puede leer como propuesta suena más a paraíso idílico ingenuo.
"Lo que necesitan los pueblos y el planeta es una transición justa y sostenible de nuestras sociedades a un modelo que garantice el derecho a la vida y la dignidad de todas las personas, y entregue un planeta más fértil y vidas más plenas a las generaciones presentes y futuras. Una transición basada en los principios democráticos de la solidaridad, en particular con los más vulnerables, la no discriminación, la igualdad de género, la equidad y la sostenibilidad; que reconozca que somos parte de la naturaleza, a la que amamos y respetamos".
Es imposible no advertir que el activismo ambientalista de izquierdas se sostiene en poco más que una visión infantil del mundo, sin propuestas serias que vayan más allá de la retórica y la poesía idealista. De hecho no les importa mucho el sustento serio de sus acusaciones ambientales, pues basta el efecto que produce en la gente. Han dejado de lado los argumentos técnicos y científicos, tanto en el análisis real de los problemas concretos como en la elaboración de las propuestas objetivas. Después de todo, si el mensaje tiene efecto ¿a quién le importa si es verdad? Basta con que la gente lo crea. Solo hay que repetir el mensaje una y otra vez. A los indígenas se llega con el mensaje del miedo y desconfianza por la actividad minera, y a los jóvenes con el mensaje de amor por la naturaleza y la vida. No hay forma de perder. Los discursos y mensajes son una cansina sucesión de consignas, sus documentos no pasan de ser una recopilación de los mismos conceptos maniqueos y pre fabricados, y todo eso se repite exactamente igual en cualquier contexto, en todos los países y en cada conflicto ambiental que generan los agitadores entrenados por las ONGs de izquierda, que cuentan además con folletos y manuales que se descargan de la web. Latinoamérica se ha llenado de estas organizaciones ambientalistas de izquierda como si se tratara de una epidemia. También la web se ha llenado de páginas ambientalistas de todo nivel, repitiendo los términos comunes de la defensa de la Madre Tierra o la Pachamama, apelando de una manera efectista a los mitos indígenas. Además suelen emplear un lenguaje tremendista y aterrador, incluso metiendo en un mismo saco fenómenos que tienen distinto origen.
"El desequilibrio del sistema climático da lugar a fenómenos extremos, más acusados y frecuentes de calor y lluvias, ciclones tropicales, huracanes y tifones, inundaciones y sequías intensas, pérdida de biodiversidad, corrimientos de tierras, aumento del nivel del mar, escasez de agua potable, periodos vegetativos mas cortos, menor rendimiento, deterioro o pérdida de tierras agrícolas, menor producción agrícola, pérdidas de ganado, extinción de ecosistemas y agotamiento de los caladeros, entre otros. Estos fenómenos dan lugar a crisis alimentarias, hambruna, enfermedades, muertes y desplazamientos, así como a la desapareción de formas de vida sostenibles. A esto se suma la introducción de los transgénicos, los monocultivos y la industrialización de la agricultura, fuertemente promovida por empresas transnacionales que suponen una grave amenaza para la estabilidad y diversidad de los ecosistemas. Además, esto acarrea la marginalización y el empobrecimiento de los pequeños campesinos y socava su soberanía alimentaria. La agricultura industrial tiene por objeto dar respuesta a la demanda mundial que procede del consumo excesivo, en particular en los países del Norte, y no a las necesidades básicas locales. Lo mismo puede decirse de las industrias pesqueras modernas, la silvicultura intensiva y la minería, que destruyen los ecosistemas, disminuyen la biodiversidad y arruinan la vida y los medios de subsistencia de las comunidades locales".
Este apocalipsis mundial, según los ambientalistas de izquierda, se debe al excesivo consumo de sociedades opulentas en los países del norte, abastecidas por inescrupulosas empresas transnacionales que, hambrientas de lograr mayores ganancias, deforestan bosques, empobrecen tierras y perjudican la "soberanía alimentaria" de las comunidades originarias. Esta incesante competencia por satisfacer los crecientes mercados de consumo irracional ha llevado a los países a imponer tratados de libre comercio para facilitar seguir humillando a las comunidades y empobreciendo a los campesinos. Hay que cortarles el suministro a los ricos para que el mundo se arregle y cesen todos los males del clima mundial. ¿Cómo se logra esto?
El modelo de desarrollo que promueven estas instituciones no es sólo cuestión de “economía”. El paradigma económico imperante está directamente relacionado con un sistema de pensamiento que se basa en una imagen del ser humano como “ser económico”. Esta ideología la apoyan los grandes medios de comunicación y las empresas de mercadotecnia que promueven el egoísmo, la competencia, el consumo material y la acumulación ilimitada de riqueza personal sin prestar atención a las consecuencias sociales y ecológicas de tal comportamiento. Este sistema de pensamiento está íntimamente ligado a las corrientes de patriarcado y paternalismo. Si realmente queremos hacer frente a esta crisis, necesitamos entender que la especie humana forma parte tanto de la naturaleza como de la sociedad, y que no puede existir sin ellas. Por tanto, si queremos que la humanidad sobreviva, tenemos que respetar la integridad de la Madre Tierra y tenemos que esforzarnos por conseguir la armonía con la naturaleza y la paz dentro y entre las culturas. Somos, al mismo tiempo, ciudadanos de diferentes países y de un sólo mundo. Todos compartimos la responsabilidad por el bienestar presente y futuro de la familia humana y de todos los demás seres vivos. El espíritu de solidaridad humana y de parentesco con toda forma de vida se refuerza si vivimos de acuerdo con el principio de “Uno entre muchos”.
Parece evidente que este movimiento ambientalista se ha extraviado en un ensueño de opio, y que su prédica se parece más a la de una nueva religión de fanáticos adoradores del ambiente que a la de un organismo político serio y con ideas claras. También está en evidencia la inspiración marxista de su mensaje. Al final la gran mayoría de movimientos ambientalistas de izquierda hace gala del mismo nivel de perturbación mental característico desde la izquierda de viejo cuño guerrillera y terrorista. El problema es que los modernos ecocomunistas viven carentes de un guía o gurú que los lleve por el sendero luminoso del ambientalismo, tal como antes lo hacían Marx, Lennin y Mao en su macabro recorrido hacia el comunismo totalitarista. Hoy los ambientalistas de izquierda navegan por su cuenta en el océano de la retórica iluminista en busca del Paraíso del Socialismo Verde, convertido ahora en el sueño de la pureza de la Madre Tierra, sin empresas devoradoras que la exploten, sin industrias maléficas que extraigan su petroleo, su gas o sus minerales, para satisfacción de una sociedad perdida, consumista y pecadora. Hoy los perturbados chicos buenos de la izquierda ambientalista sueñan con una nueva Edad de Piedra del futuro.
1) Las citas fueron obtenidas del sitio: http://www.ecoportal.net/Temas_Especiales/Cambio_Climatico/cambiemos_el_sistema_no_el_clima_declaracion_de_los_pueblos_en_klimaforum09
2) Se extrajeron algunos conceptos del libro "The Democracy Owners’ Manual" de Jim Shultz