“No me gusta que las cosas se dejen como están”
Por Iris Alandia, responsable de proyectos de Global Humanitaria en Bolivia
Leonarda Guevara Sandagorda, de 62 años, es una mujer quechua de la comunidad de Pampa Mamata del valle alto de Cochabamba (Bolivia). Doña Leo, como la llaman, es una mujer respetada por muchos, por su fuerte temple y porque no le gusta que “las cosas se dejen como están”. Tiene 5 hijos, 3 mujeres y 2 varones, a los que les ha impulsado a estudiar, pues no quería que pasaran por su experiencia: “yo he sufrido por haber sido excluida por no saber leer y escribir, en carne propia lo padecí”, nos cuenta. Ahora, después de 30 años de lucha incesante junto a otras mujeres, continúa al frente de la comunidad como presidenta de la Junta Escolar, y de la organización de mujeres; es además Secretaria de Relaciones de la Central Regional de Tarata. Doña Leo se ha ganado el respeto y reconocimiento por su liderazgo a nivel regional.
“He nacido y me he criado en Pampa Mamata”, relata. “Mis papás eran de la época de los patrones y el pongueaje[1], cuando no teníamos derecho a nada y no había derecho a la educación, menos para las mujeres, por lo que no querían que estudie; sólo a mis hermanos les han hecho estudiar, a mí me decían: “¡No!, ¡tú eres mujer!, ¡tienes que quedarte en la casa!”. Pero también tenía que ayudar en el campo, cavar, aporcar, cosechar….; por lo que no tengo profesión. Recién cuando me casé y tuve 5 hijos, me he preocupado por estudiar, y mi esposo que es profesor rural me ha ayudado a alfabetizarme”.
En 1980, Doña Leo emigró con su familia a Santa Cruz (Este del país), y veía cómo las mujeres del lugar no sabían leer ni escribir, no quería que sufrieran como ella y por eso comenzó a formarse. “Después hemos alfabetizado junto con mi esposo, y organizado a las mujeres de la colonia. He caminado, a pie hemos ido por las señoras”. “En esa colonia sufríamos mucho, era monte virgen y no teníamos nada para comer, solo yuca, arroz y sal”, explica, “pero después hemos logrado alimentos para la colonia, y ya estábamos mejor”. “Ha sido una tarea muy difícil, porque se tiene que dejar el hogar, dejar los hijos, falta el dinero, pero finalmente he dejado 20 comunidades bien organizadas”.
Retorno a la Comunidad: hacia la escuela olvidada
“A mi retorno, después de 10 años, he llegado a trabajar por la escuela; me han nombrado para la Junta Escolar. Varias cosas hemos logrado junto a las mujeres; así se ha refaccionado la escuela; se han recuperado beneficios para los maestros; muebles, cancha múltiple, amurallado, y el lote para la escuela; ahora con Global Humanitaria hemos desarrollado los huertos y el cavado del pozo”.
“He seguido formándome; hemos asistido a congresos, ampliados, en: Pando, Tarija, Sucre, La Paz. Cuando estaba en el sindicato como ejecutiva provincial, hemos buscado talleres, seminarios, para que se preparen las mujeres y vayan como constituyentes, porque hemos visto que las mujeres estábamos muy discriminadas. A las mujeres no nos hacían valer en las reuniones; los dirigentes del sindicato, nos botaban (expulsaban): “¡Anda, manda a tu marido!”, nos decían, y llorando nos teníamos que ir. Harto hemos luchado. Ese año me he enfermado, pero hemos conseguido que mujeres de la Provincia vayan a la Constituyente, yo no pude ir”.
“Ahora hemos avanzado, sabemos que tenemos derechos, hay leyes, para eso hemos caminado. Pero hay que seguir trabajando, porque falta mucho para terminar la marginación. Hay que seguir capacitándonos; porque todavía nos falta. Quisiera que mi comunidad, la Provincia Esteban Arce, salga adelante porque es la que más sequía tiene; trabajo en especial con proyectos de riego y formar nuevos líderes, para vivir bien, y que la gente no migre más”.
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[1] Antes de la Reforma agraria de 1953, se llamaba “pongos” a los “indio s o colonos” que eran obligados a concurrir, en calidad de mozo o moza de mandados, a la residencia ubicada en la ciudad del patrón de la hacienda.