Conforme la panza crece, más veces ocurre que, sin querer, siento que aplasto a la bebé. Sé que no; sé que está protegida por el líquido amniótico. Pero la sensación es de que la aplasto. Me muevo, y ya está. Además, queda anotado lo que no hay que hacer (cruzar las piernas) o lo que hay que hacer diferente (inclinarme para alcanzar algo). Realmente, aprendo; así que me llama la atención un hábito que no he podido quitarme en siete meses de embarazo: meter la panza.
Pasa sin que me dé cuenta. En cuanto supe que estaba embarazada, "saqué la panza". Me había imaginado embarazada durante años. Para mí es una imagen hermosa y conforme se iba notando, crecía mi disfrute presumido. ¡Amo mi panza! Mi pareja me dijo, a los días de la noticia, que ya me vestía como embarazada; era cierto: quería la ropa con la que pudiera notarse. Pero deben ser muchos años en los que la postura usual incluía meter la panza, al menos en alguna medida; así que de pronto, me descubría metiéndola, y todavía ahora, sobre todo cuando noto que la panza me pesa, varias veces me doy cuenta de que increíblemente, la estoy metiendo.
Silvia Parque