Revista Talentos
Entrelazados, rodamos pendiente abajo, absortos en nuestros deseos y sensaciones. Las terminaciones nerviosas estaban tan activadas que cualquier golpe o magulladura de la caída nos pasaron totalmente inadvertidos. Nuestros cuerpos solamente respondían a los estímulos que nos regalábamos. Ninguno reparó en la cercanía del precipicio. El coitus interruptus fue brutal.