Vuelvo, con renovadas energías, a tutorizar algunos proyectos de fin de carrera, después de un año absolutamente desconectado de las actividades relacionadas con la EASD y el colegio de diseñadores.
Vuelvo, porque la experiencia es reconfortante. Porque nada hay más satisfactorio que transmitir conocimientos. Porque casi tiene un carácter altruista. Porque por encima de todo, yo también aprendo.
La metodología va cambiando, o mejor dicho, evolucionando. Poco a poco paso de un discurso teórico a uno mucho más práctico y efectista. O al menos, a un fifty fifty, ya que lo que no hayan aprendido en los cuatro años anteriores, difícilmente lo aprenderán en unos meses. Como en la mayoría de universidades, también en la escuela de diseño hay errores de praxis fundamentales que discapacitan a muchos alumnos. Si por mi fuera, y no se trata ni mucho menos de una solución dictatorial o de carácter ligero, pondría el siguiente cartel en la entrada, al ser posible, en llamativas letras rojas con fuente Impact: "prohibido cruzar la puerta sin pasión". Y si ya me apuras, sin un punto de obsesión. Porque difícilmente habrá otra forma de profundizar en los entresijos de la actividad creativa que no sea el puro entusiasmo, la fascinación, ya que, por encima de todo, somos eso, creadores, y como todo el mundo sabe, existen dos tipos de personas: los que crean, y los que no.
La actividad creativa, que tiene una base asentada sobre lo emocional por un lado, e intelectual por otro, debe ser alimentada, mimada, madurada. Lo decía Lorca. También Picasso. El talento no lo es todo. Ni siquiera, lo más importante.
Llegados a este punto, no me queda otra que poner el empeño, e intentar transmitir algo mejor que conocimientos o metodologías mágicas: Pasión por nuestra profesión. Siempre, mucho más importante de lo que creemos.