En nuestro caso tuvimos la suerte de que se encontraran en exhibición dos colecciones temporarias, a cual más interesante: Ancient Egypt Transformed: The Middle Kingdom y Kongo: Power and Majesty. En la primera se puede apreciar una colección de objetos correspondientes al período de unificación de Egipto iniciado por el faraón Nebhepetre Mentuhotep II, una época de florecimiento artístico, politico, religioso y cultural; en la segunda los tesoros artísticos de la civilización congoleña, tal vez la más pujante del continente africano. Lamentablemente no alcanzamos a culminar el recorrido de la última por haber calculado mal el tiempo, como suele suceder en estos casos.
Es difícil destacar aquellas expresiones artísticas que resultan insoslayables en caso de visitar el Met, sobre todo teniendo en cuenta que en esta materia la inclinación personal es tan variada como personas existen. En particular me inclino por Crucifixión, de Salvador Dalí, La virgen y el niño de Botticelli, Vista de Toledo de El Greco, Picasso, Rembrandt. Gauguin, Goya…Se puede recorrer un patio andaluz del siglo XVI donde se exhiben esculturas romanas, joyería bizantina de la colección del banquero J. P. Morgan, una maravillosa colección de arte húngaro y hasta el Templo de Dendut, obsequiado por el gobierno egipcio a Estados Unidos.
Nosotros almorzamos en The Petrie Court Café, ubicado en el segundo piso con una magnífica vista al Central Park, al que se accede por una sala presidida por The Burghers of Calais, la fabulosa escultura de Auguste Rodin. Por la tarde recorrimos la colección de arte de África, Oceanía y América precolombina, que constituye un viaje al espíritu religioso y ancestral de Nigeria, Nueva Guinea, Polinesia, México…
Un dato para tener en cuenta: si bien se sugiere abonar el precio de la entrada, que cuesta 25 dólares, rige el sistema pay what you wish por lo cual se puede ingresar pagando lo que uno pueda o quiera; no obstante, conviene tener presente que si se compra el ticket sugerido se obtiene gratis la entrada para el museo medieval The Cloisters, otro lugar imperdible en la siempre sorprendente Nueva York.
Chinatown
Columbus Park es el espacio verde del barrio diseñado por Calvert Vaux, el mismo paisajista del Central Park. Es pequeño y resulta un buen lugar para sentarse a observar las costumbres de los habitantes, ya que tanto se juegan entre sus árboles partidas de go como se practica tai chi, sobre todo si el tiempo acompaña. También se apuesta a las cartas en la glorieta con reglas que no llegamos a descifrar, porque la pregunta de Juan al respecto fue respondida con evasivas y decidimos no insistir en consecuencia.
En el centro de Chatham Square se encuentra Kim Lau Memorial, levantado en el año 1962 en homenaje a los inmigrantes orientales que arribaron a Nueva York. Visitamos el templo Transfiguration Catholic Church erigido en 1801 que representa las diversas etapas del barrio ya que fue protestante, luego católico cuando los habitantes eran italianos y actualmente se dicta misa en mandarín e inglés. Como corresponde, en Chinatown se encuentra la imagen de Buda más grande de la ciudad en Mahayana Temple, un lugar donde se respira armonía por la plácida expresión del Avatar y la música que envuelve la atmósfera.
Las calles invitan a detenerse para contemplar el ritmo del barrio, donde el comercio se desarrolla de manera ininterrumpida y proliferan los locales para probar todo tipo de comida oriental a precios económicos. Además del té en todas sus variedades, son famosos los helados artesanales de Chinatown Ice Cream Factory, donde se puede innovar con gustos como lychee (fruta china con propiedades benéficas para la salud), mango y té verde.
Después de deambular varias horas había llegado el momento de almorzar y descansar un rato, así que decidimos cruzar hacia el otro lado de la Canal St. para toparnos con una fisonomía completamente diferente en tan sólo pocos metros: Little Italy se encontraba ante nosotros.
Little Italy
No obstante subsisten restaurantes, bares, heladerías y fiambrerías en un despliegue gastronómico profuso y alegre, entre los que se encuentran clásicos como los cafés Ferrara y Roma, el último especialista en cannoli, que despliegan sus mesas en las veredas apenas asoma el sol. Dicen los que saben que Di Palo´s es el lugar donde acuden los neoyorquinos a comprar mozzarella y que Grotta Azurra, inaugurado en el año 1908, era uno de los sitios favoritos de Frank Sinatra para degustar comida italiana.
Lo cierto es que recalamos en una mesa al lado de la ventana en Grotta Azurra y el menú elegido colmó nuestras expectativas; en mi caso la mitad de cada plato fue suficiente, ya que los fideos al dente y el pescado acompañado con verduras eran tan ricos como abundantes. Antes de emprender el regreso hacia el hotel caminamos hacia el antiguo cuartel de policía, hoy denominado Police Building desde su remodelación a fines de los años ´80 y residencia de algunas celebridades. Mientras Juan se dedicaba a fotografiar este macizo gigante, un cartel discreto llamó mi atención y crucé la calle para perderme en un local que no anunciaba a ningún diseñador famoso: más que una tienda era un paraíso para quienes somos devotos practicantes de yoga.