Revista Diario

mi abuelo

Publicado el 03 diciembre 2010 por Bitacorarh

 

el pasado día 1 de diciembre se fue de mi vida uno de los grandes: mi abuelo. Un hombre de un sabiduría tan grande que era capaz de decirlo todo con los ojos. De él aprendí las cosas grandes de la vida, aquellas en las que reside la verdadera esencia. Pequeñas cosas que hacen la vida grande, muy grande. Él me enseñó que este mundo es algo realmente maravilloso y me demostró que vivir la vida es algo que merece mucho la pena. Él sabía bien de qué iba el tema este de vivir. Sabía reconocer los mensajes, era capaz de ver donde muy pocos veían. Su humildad le otorgaba el derecho de disfrutar del amor de todos los que le rodeábamos, un amor conseguido en base al esfuerzo, el trabajo duro y sobre todo a su máxima absoluta: no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti. Nunca llego a verbalizarla, pero cada uno de los días de su vida fue un ejemplo de estos principios. 

                    mi abuelo

Me enseñó que el trabajo es un regalo y que trabajar es una virtud. También me enseñó que dar es más bonito que recibir, y así vivía su vida, visitador a domicilio cada domingo. No perdonaba, él y su inseparable bici, allá iban los dos a regalar su tiempo a los que quería. Y los que quería eran todos. Respetaba a las personas por encima de todo, nunca lo oí criticar o hablar mal de alguien. Vivió de manera ejemplar. Era tan rico que no necesitaba dinero, el que tenía lo regalaba, y cuando no tenía te regalaba su amistad. El poseía el mayor de los tesoros: así mismo.

 

Su vida fue algo revelador para mi. Sus 93 le demostraron a mis 35 que las cosas básicas de la vida son las que nos dan el 80% de nuestro equilibrio personal. Pasó hambre, frío, sufrió guerras, vio morir a familiares y a amigos a causa de las enfermedades de la pobreza y a pesar de todo ello su vida ha sido un camino digno de inmortalizar. Él sabía porque estaba en este mundo y cual era su misión. Sabía a dónde pertenecía y eso le daba fuerza.

 

Tengo la sensación de que no se ha ido, se ha ido su presencia, pero me ha regalado un mundo de sueños cada vez que cierro los ojos. Me hizo vivir el principio de las cosas; una naturaleza prodigiosa que nos provee de todo lo que necesitamos; me mostró el milagro de nacer ... y de morir. Su vida en el campo me acercó a la tierra, a esa pachamama de la que hablan los incas. Me mostró como todo surge de debajo de nuestros pies y eso me ubicó en el universo. Pieza de un puzzle gigante en el que es muy importante saber cuál es tu posición para mantener la armonía.

 

Ahora me toca a mí leer su vida y tratar de parecerme, aunque sólo sea un poquito, a él. Si esto sucede, estoy seguro de que seré mejor persona. Soñó y construyó un mundo del que no nos iría mal copiar muchas cosas. Hoy vivir parece una tarea complicada, llena de problemas y estrés, pero él me demostró que el reloj de la vida lo maneja cada uno. El tiempo pasa al ritmo que tu marcas. Y así hizo, 5 minutos antes de hacerse inmortal se despidió de todos, nos dijo los que nos quería y se fue al lugar al que pertenece: el cielo.

Abuelo, espero que desde allí arriba puedas ver lo grande que eres y el vacío que has dejado. 

 

De nuestro último día juntos me quedo con la lección magistral de un auténtico maestro del arte de vivir. Escuchar a la gente hablar de mi abuelo me enseñó que esas serían el tipo de historias que me gustaría escuchar de mi cuando ya no esté.

 

Gracias por todo abuelo. Te quiero.


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