JUAN RODRIGUEZ MELIÁN, REPUBLICANO
Durante todo el día, varias veces, me he acordado de tí, abuelo.En estos momentos, duros para el país y especialmente para estas islas.Los políticos parecen reirse de nosotros y se van destapando casos y más casos de corrupción en todos los ámbitos sin que los ciudadanos sirvamos más que para ser testigos de ello.
Trabajar más y pagar más impuestos, recortar nuestros salarios y nuestros derechos, me acuerdo de tí.Cuando la monarquía que ahora existe, entronizada por Franco (¿que te parece?) también está salpicada por la insaciable sed de dinero, me acuerdo de tí.No voy a entrar a valorar ni tu figura política ni como alcalde de Agüimes desde el 5 de junio de 1931 hasta julio de 1936.
Ya se han encargado otras personas, sobre todo Fernando T. Romero Romero en su libro "El Ayuntamiento de Agüimes entre dos dictaduras (1923-1939)" con amplísima documentación y rigor.
El abuelo con Goro, que apenas se vé,
subido al caballo - septiembre
Arinaga 1932
Yo voy a contar los pocos años que la vida me dejó conocerte y quererte y lo que tus hijos y tu mujer, mi abuela, me fueron relatando después.Te encantaba Arinaga, el mar y la pesca.Los veranos se prolongaban todo lo que podías, y hasta conseguistes que se pusiera una escuela allí, que no existía, donde por supuesto iban tus hijos con el resto de los niños que vivían en la playa.En la foto pueden verse las gallinas , que andaban sueltas por el jable como las cabras que también estaban libres, y la chimenea de la única casa de aquella zona de la playa , que era la de tu familia usada por varias generaciones. A Goro (como siempre llamamos a mi tío Gregorio), solo se le vé el pelo rubio sobre el caballo.
Ese caballo, que estuvo siempre con la familia y con el que ibas y venías a Agüimes.
Nunca tuvistes coche, ni propio ni por supuesto oficial. En la otra foto de abajo podemos ver a Juan, el más pequeño de tus hijos, durmiendo en una estera porque el pobre ya le había dado la poliomielitis, y lo pasaba muy mal con el calor. Se puede ver tu sombra mientras sacabas la fotografía. una gran ternura...
Juan durmiendo en una estera
Arinaga septiembre 1932
Los tuviste que dejar, tan pequeñitos, para ir al campo de concentración por tus ideas.
Nunca te conocí amargura ni reproches. Solo recuerdo tu cariño y tu figura delgada.
Aparecías en casa con tu sombrero y las maravillosas lecheras llenas.
Con los cuentos que le comprabas a Bartolito y que eran las puertas a otros mundos mágicos, que me ofrecías sin darle importancia.
gracias abuelo. por enseñarme que "el hombre más feliz es el que no tiene camisa" para expresar que no hay que aferrarse a nada.
y sin palabras, enseñarnos a asumir nuestras ideas y ser valientes.