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Mi amigo no parece el mismo.

Publicado el 17 diciembre 2012 por Cristina Sanjosé @DecoraDecoraes
Esther Ollauri me llamó el día anterior. Tras pocos minutos de charla, no logré hacerme una idea del motivo de aquella llamada, pero sí logré la suficiente curiosidad. Esther necesitaba mi ayuda, pero prefería hablar conmigo en persona.
Relato Mi amigo no parece el mismo.
Cuando Helena, mi secretaria, me avisó de que la Srta. Ollauri había llegado, escondí la máquina de videojuegos en el cajón y le dije que podía pasar.
Pocos segundos más tarde, una atractiva mujer de unos 30 años, asomó por la puerta.
-Siéntese -le dije al ver que se paró en la pueta.
-Como ya le dije por teléfono, necesito su ayuda -dijo ella directamente.
-Continúe -le dije yo.
-Verá, se trata de un amigo mío. Desde hace 5 días actúa de una forma extraña. Quiero decir -intentó explicarse- que no parece el mismo. Sé que le sonará raro, pero creo que ni siquiera me reconoce, creo que no sabe ni quien soy. Acudo a usted porque me han dicho que es el mejor investigador privado de la ciudad y necesito saber que le pasa a Javier.
Después de la visita de Esther Ollauri no pude menos que abandonar por completo los videojuegos para ponerme a trabajar.
Esther me había dejado el nombre de su amigo, su dirección y una fotografía en la que aparecían la chica y él, en una reciente cena con más compañía.
Esa misma tarde decidí no andarme con rodeos y hacerle una visita directa a Javier Zubiri, que así se llamaba el misterioso amigo que ahora ignoraba a Esther.
La casa de Javier estaba en una calle larga. La dirección que pude leer en la nota de Esther pertenecía a una finca de 4 alturas.
Aunque mi primera intención fue llamar a la puerta y enfrentarme directamente a las respuestas y excusas de Zubiri, cambié de opinión y decidí esperar y observar en un banco, desde donde podía ver perfectamente el portal de la finca.
No tuve que esperar demasiado ya que a los 10 minutos, salió un hombre del portal. Saqué rápidamente la fotografía que me dio Esther Ollauri esa misma mañana, y pude comprobar que se trataba del mismo Javier Zubiri.
Pensé en levantarme y seguirle, pero me retuve cuando vi que entraba en el estanco de la esquina y pronto salió con un paquete de tabaco y deshizo sus pasos al volver al portal y entrar de nuevo en casa.
Mientras aún no me había vuelto a acomodar en el banco que me servía de punto de vigilancia, me sorprendió volver a ver a Javier Zubiri andando de nuevo hacia su casa, esta vez cargado con una bolsa de compra en cada mano.
¿Cómo podía ser? ¿Cuándo salió Zubiri del portal sin que lo hubiera visto? ¿Acaso estaba perdiendo mis reflejos y mi capacidad de investigación?
Cuando ya me estaba planteando la jubilación anticipada, caí en la cuenta de la posibilidad de una segunda entrada a la finca. Estaba claro, Zubiri había entrado en el portal sin llegar a pisar su domicilio, para salir de nuevo por una puerta trasera.
Fui a comprobarlo dando vuelta a la calle y así era; había una segunda puerta de entrada y salida al edificio, aunque estaba bien cerrada. Seguramente era una salida de emergencia que algunos vecinos utilizaban como si fuera la principal. Solo faltaba saber por qué Zubiri salió por la puerta de atrás.
Pensé que sería bueno subir a hablar directamente con Javier Zubiri, pero tenía que pensar en una buena y creíble razón para hacerlo. No podía decirle simplemente que era un asalariado de su amiga Esther la que había decidido espiarle.
Di la vuelta de nuevo a la calle hasta llegar al portal principal y subí hasta la puerta 5, en el tercer piso.
Observé que la puerta 6 parecía deshabitada, así que llamé a casa de Zubiri y cuando abrió la puerta, le dije con toda la convicción que pude:
-¿Sr. Zubiri?
-Sí, soy yo -contestó el hombre que abrió la puerta.
-Me he instalado aquí -señalando la puerta contigua- al lado, en la puerta 6 y quería saludarle y avisarle, sobre todo por si escucha ruidos que no se extrañe.
-Oh, bueno - me dijo mirando dudoso la puerta 6.
-¿Quién es Martín? -se oyó desde dentro de la casa.
-Es el nuevo vecino -gritó el de la puerta.
-Bueno -dije- yo ya me voy. Solo quería saludar.
Deje la puerta despacio, dando tiempo a que Zubiri la cerrara y que no pudiera notar que no era realmente un nuevo vecino de la puerta 6.
Bajando la escalera y finalmente llegando al portal, no dejaba de preguntarme sobre la voz que se oyéo desde el interior de la casa. Según Esther, Javier Zubiri vivía solo.
Di un respingo cuando caí en la cuenta y atando cabos lo comprendí todo.
Llamé a Esther Ollauri pidiéndole que viniera rápido.
Esther, que casualmente conducía cerca, llegó pronto y le expliqué que Javier la recordaba. Pero que el Javier con el que intentaba su acostumbrada amistad estos últimos días no era Javier. Que Javier no parecía el mismo porque no era el mismo.
Sin decirle más, subimos hasta la quinta puerta en el tercer piso de la finca que había estado toda la tarde observando y llamamos, yo emocionado y Esther confundida.
No tardó en abrir la puerta Javier Zubiri que saludó a Esther para después preguntarle por qué hacía tanto tiempo que no sabía de ella.
Aún no había salido Esther de su confusión cuando fue Martín, el hermano gemelo de Javier, el que llegó curioso a la puerta al tiempo que me preguntaba a  mí,  si había olvidado decirle algo y que si necesitaba alguna cosa.
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