Revista Diario
Mi amigo suco
Publicado el 06 mayo 2018 por LaikaOs presento a, Suco. Hace tiempo que quería traerlo a mi rincón, pero no encontraba alguna de las fotos que me hice con él. Como no soy capaz de localizarlas dado el número que tengo de ellas, al final no me ha quedado más remedio que poner esta de mala calidad. Eso si, no pararé hasta encontrar alguna que valga la pena.
Mientras tanto os cuento su historia.
Suco era un pequeño Chihuahua que un día cualquiera salió a mi encuentro y desde entonces surgió entre los dos una bonita amistad.
Si, amistad. Ese pequeño ser se acercó a mi, me olió y me lamió la mano. Con este gesto tan sencillo sellamos nuestro afecto.
Y es que en cuestiones de amistad y de afectos, todo surge de manera natural, sin esperarlo.
Si, ya se que solo es un perro, pero os aseguro que entre él y yo, había algo especial.
No podría explicar lo que vio en mi porque entre otras cosas, no hablaba, claro...Nunca pudimos decirnos con palabras lo que ambos sentíamos, pero desde aquel momento cada vez que nos encontrábamos por la calle las muestras de cariño eran enormes.
Por más que intentara pasar de largo al verle, él siempre me reconocía a distancia.
Al verme acudía corriendo hacía mi, moviendo su cola. Su pequeño corazón latía con fuerza mientras le acurrucaba en mis brazos.
Eran unos encuentros muy divertidos donde sus dueñas reían sin parar al verle correr hacía mi. Alguna vez intentaba pasar de largo para ver si no se daba cuenta de mi presencia, pero inútil...al momento se acercaba a mi con enorme alegría.
No cabe duda de que como un ser vivo, sentía y me hacía sentir enorme ternura.
Una tarde buscaba por un barrio a un señor para entregarle una fotografía que le había hecho. Como no sabía muy bien cual era su casa, llame a una puerta al azar y mi sorpresa fue que era donde vivía mi pequeño amigo. Al verme en la puerta, le faltó tiempo para venir a saludarme muy efusivo.
Han sido muchos los momentos en que le he tenido entre mis brazos, pues era tan pequeño, tan desvalido, tan cariñoso...
Unos días antes de venir a Pamplona le vi, había estado enfermo y le noté con pocas fuerzas, pero al verme se puso muy contento. Como si de un ritual se tratara, una vez más le cogí en mis brazos para darle su ración de mimos. Nada hacía presagiar que sería la última vez.
No hace mucho me enteré de que que se puso muy malito y se fue al cielo de los perros.
Cuando este verano vuelva a mi querido pueblo, ya no le veré por la calles ni podremos demostranos nuestro afecto, pero para siempre le tendré en mis recuerdos.