Ahí estaba frente a su bacha que la interpelaba, entre los trastes y la esponja gastada, aparecía ese amor que no fue nada y como el detergente entre sus manos, se diluyó sin dejar rastros. ⠀
Tenía sus manos sumergidas en agua tibia y detergente, cuando recordó, que jamás esas manos lo habían acariciado y comenzó a moverlas con ritmo frenético, como si intentará borrar los recuerdos junto con la grasa adherida a los platos. Maltrató a la esponja, la estrujo cuanto pudo y la refregó con fuerza, pero los recuerdos permanecían ahí, inmóviles. La esponja cansada fue testigo silencioso de cada uno de sus pensamientos e intentó sin éxito, absorber cada gota de su pasado.⠀
Pero cada obstinado plato sucio era un recuerdo difícil de sacar, como la grasa que se resistía a desaparecer. Ella seguía frotando, seguía lavando, como si intentara borrar la dolorosa certeza de que aquello que había sido, y ya no era.⠀
Los cacharros de acero inox, como espejos implacables, reflejaban su imagen fragmentada. Cada olla, cada cucharón, le devolvía un pedazo de su rostro, distorsionado y desenfocado. Su reflejo, partido en trozos, la devolvía violentamente a su presente, la realidad la golpeaba con fuerza. La mujer que veía en esos reflejos no era la misma que había vivido aquel amor. Era una versión más cansada, más desgastada, más real.⠀
La bacha, que había sido testigo silencioso de su viaje en el tiempo, ahora la miraba con una crudeza que la hacía sentirse desnuda. El agua jabonosa, que había sido un vehículo para sus recuerdos, ahora era solo un líquido sucio que necesitaba ser enjuagado.⠀
Los cacharros de acero inox, que antes habían sido solo objetos inanimados, ahora parecían contener una profundidad que la hacía sentirse parte de algo más grande. Su reflejo, aunque distorsionado, ahora parecía contener una verdad que no podía ignorar.⠀
La realidad la había alcanzado, pero ya no era la misma. Algo había cambiado. Algo en su interior había comenzado a moverse. Todo era parte de una narrativa que la incluía a ella, a su pasado, a su presente y a su futuro.⠀
Con una sensación de aceptación, comenzó a enjuagar los platos, sabiendo que cada movimiento, cada gesto, era parte de una historia que se estaba escribiendo en ese momento. La bacha, que había sido un lugar de rutina, ahora era un lugar de creación. Y ella, la protagonista de su propia historia. ⠀
Se secó las manos, miró la bacha vacía y de repente, escuchó un sonido detrás de ella. ⠀
¿Era él? Había un hombre parado en la puerta de la cocina, con una taza de café en la mano: "Te preparé un café", dijo con esa sonrisa implacable que lo caracterizaba. ⠀
Ella se quedó sin aliento, incapaz de hablar. El tiempo parecía haberse detenido, como siempre cuando estaban juntos. ⠀
"¿Qué pasa?", preguntó él, acercándose a ella. "¿Estás bien?"⠀
Ella asintió con la cabeza, aún en shock.⠀
"¿Qué es esto?", preguntó él, mirando la bacha vacía. "¿Una metáfora de nuestra relación?" Y afirmó: "Me gustan las historias con finales abiertos". ⠀
En ese momento, ella supo que la historia no había terminado. ⠀
Que la vida es un libro que se escribe cada día, y que el final es solo un nuevo comienzo.⠀
¿Había otra taza de café para lavar? ⠀
© by Eleo
19/10/2024