Revista Talentos

Mi barrio (Escrito por Emmanuel Seminara)

Publicado el 20 octubre 2014 por Pablo Ferreiro @pablinferreiro
Era un domingo no tan típico, era “El día de la madre”, bueno era típico pero con un nombre y apellido distinto. Me levante, bah, me levantó el llanto de mi hijo de 2 meses, padre primerizo asimilando esto de no dormir cuando querés y despertarte de manera estrepitosa. Mire de reojo un reloj que estaba por ahí mostrándome un 7:40 diciendo arriba campeón, peguè un salto, chequeé su pañal, y me apresure a hacerle una mamadera . Debía hacer todo esto porque mi señora trabaja, si no trabaja no comemos y si no comemos la cosa se pone jodida porque con la comida no se jode, entonces me ocupo del nene cuando ella no esta. Una vez que le di su mamadera, feliz,sonreía. No hay nada mas lindo que ver reír a tu hijo,es algo indescriptible, en realidad si se puede describir pero me da fiaca porque eso no es lo importante, cualquiera que sea padre entiende lo que digo. Me fui por la ramas. Me prepare un te con unas galletitas mientras esperaba que fuera la hora de ir a buscar a mi señora y sorprenderla en su primer día de la madre.
La hora llegó, cambié al nene, preparé los regalos, tome el auto y me aventuré en las calles de Ballester, Villa Adelina, y Olivos, puteando oleadas de gente que maneja de manera despreocupada, desprolija y sin interés en su prójimo, también conocidos como Domingueros o personas que manejan para el orto. Allá por Villa Adelina en un semáforo me cruzo a un vendedor de rosas, lo llamo apurado mientras el rojo me permitía aprovechar la situación. Me dice de manera sonriente “3 rosas $70, 1 rosa $20”, lo miro con ojos de me estas robando, lo cual murmuro mientras husmeo en mi billetera “ dame 1”, mientras me da el vuelto y la rosa puedo leer en su rostro acordarse tarde tiene su precio. El viaje en un día normal me tomaría 20 minutos pero un domingo dia de la madre te lleva 40, calles cortadas para recreación de gente en olivos y otras cosas de gente aburrida que no sabe aprovechar los domingos. El nene dormía en el asiento de atrás disfrutando su viaje, lo envidiaba.
Llego. La sorprendo con una rosa, el regalo y el nene en brazos, me sonrió emocionada , a lo que comente “ feliz día gorda”, sorprendida y sensibilizada me dice “ gracias amor”, el gordo tirándome un centro le sonríe a su madre, cosa que la puso al borde del llanto. Golpe al mentòn, gol de Emmanuel, duplica los puntos.
Después asado en lo de mis viejos, saludar a otros familiares, volver a casa, limpiar, preparar cosas, los fines de semana ya no se descansa, se hace lo que no se puede hacer entre semana ay crecer , crecer. Cumplido esto, me queda un rato para boludear con el celular, entro al whatsapp y en un grupal de amigos salió el tan esperado partido de domingo, reunirse aunque sea 1 hora con mis amigos a jugar a la pelota , me devolvía en el tiempo a esa edad donde no tenia preocupaciones de trabajo, responsabilidades, nada a la juventud misma.
Íbamos siempre a la misma cancha desde pibes, eso le sumaba nostalgia, era una canchita a cuadras de donde vivía con mis padres, en el barrio donde nací y crecí hasta que tuve que mudarme para formar mi propia familia, un barrio lleno de personajes que enriquecieron mi adolescencia con sus excentricidades y sus anécdotas. Algunos personajes como “Don Chiste”, un anciano que deambulaba por las calles de ese lugar que con mis amigos llamábamos hogar. El tipo contaba chistes muy malos sin remate , tenia latiguillos propios, como los de la época en la que vendía trapos de piso y decía algo así como “brusubuse trapos” solo entendíamos trapos. También recuerdo al Pichi otro querido geronte, el cual pasaba con una radio en su oído al palo porque era medio sordo, y solo respondía ante un grito a todo pulmón de “PICHIIIIII”, se daba vuelta, miraba, sonreía y levantaba su brazo, o le gritabas “Toca el violín” y simulaba tener un Stradivarius en sus manos y reproducir la 5ª sinfonía de Mozart.
La hora había llegado, llego a la cancha y los veo parados en la puerta charlando, los años no pasan, estamos iguales riéndonos de chistes tontos de niños de primaria, burlando a uno que no pudo ir diciendo cosas como “esta alimentando patos en Palermo con su novia”, en eso notamos que José Carlos no aparecía. Nos faltaba uno, se acercaba el momento, cuando a lo lejos vemos venir un ser decrepito, horrendo, caminando de manera lateral mas que recta, iba como zigzagueando , como que esquivaba obstáculos que no había, cuando esta a 100 mts de nosotros lo reconocimos: era “El Fora”.
El Fora era un viejo del barrio que aparecía donde nos juntábamos, verlo fue una alegría porque mas de uno pensó que había muerto, hacia fácil 5 años no lo veíamos, llegó y nos saludo uno x uno, con sus típicas frases “Que pasoooo, como fueeeee”, o “libertad o Muerte”. El tipo solía venir medio borracho siempre , pero desbordando chistes y buena onda, aunque su cara expresaba dolor y una vida muy dura, tenia marcas en los brazos y se decía que había recibido cuchillazos en esas peleas de tangueros que contaban propias de los años 50. Siempre te contaba una historia distinta, como que le corto el pasto al gordo Porcel, o que hacia de sparring de Monzon cosas que optabas por creerle para hacerlo sentir bien, éramos cómplices de sus mentiras.
Se sentó ahí a mirarnos y surgió la idea que caìa de madura, “le decimos al Fora que ataje”, suponíamos que iba a ser un desastre, pero le dijimos igual. Superó nuestras expectativas, no podía ni parar la pelota, los pases de los compañeros eran gol, pero le ponia buena onda y sonreía, el faltante Josè Carlos llegó tarde. Le dijimos al Fora ya esta podes irte,(no es tan divertido comerte 58 goles en 3 minutos tampoco) ,nos saludo uno por uno parando el partido.
Todo esto me remontó a mi niñez, a mi barrio ,a mi hogar, al ver a mis amigos, a todo me arrojó el pensamiento de que Ojalá mi hijo tenga la dicha de vivir tantas cosas lindas en un lugar, que pueda decir y contar cosas del barrio como yo puedo.
Ya sé, ustedes están esperando un conflicto, alguna cosa pero lamento informarles que no, esta es la historia de un papá baboso y de un joven nostálgico. Me dí el gusto de contarles todos los detalles que se me ocurrieron, ¿Saben porqué? Porque ustedes no me importan un carajo y hago lo que se me canta. Salvo en mi casa, donde esta todo lo que amo y manda mi mujer.  

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