Revista Talentos

Mi barrio y los monstruos

Publicado el 15 junio 2011 por Francissco

Incordios adolescentes.Mi barrio y los monstruos.

  Alto ahí, miremos a la calle, my friends:  ¿quienes son esa nueva especie que se mueve a trompicones, algunos de ellos encima de bicicletas estrafalarias? Deben ser recien llegados, aunque tienen un no se qué familiar. Sus rostros te resultan conocidos, pero desentonan claramente con sus tamaños.
Resultan incómodos de sortear por las aceras, sueltan  graznidos atroces por sus  cuerdas vocales cambiadas y muchos muestran una cierta desproporción entre piernas y tronco. A tal punto que, cuando caminan, semejan una especie de artrópodos.

Y de la desproporción mental mejor no hablamos. Ni tengo críos ni doy clase a esta raza peculiar, pero en el barrio hay un centro donde cursan desde la ESO en la que comen queso hasta el bachiller. Esto quiere decir que por cada curso hay una erupción masiva, una nueva generación de monstruitos con su acné y todo, que encajan en las calles igual que una buena hostia cuando despiertas.

En ese centro hay varias edades. Los padres que recogen a los menores reciben quejas de los mismos: “papá, nos han pegado los mayorotes”. Las mamás que van a comprar con carrito ponen cara de susto cuando los ven llegar lanzados en bicicleta, uno llevándola y otro detrás puesto de pie en el sillín. Ciertamente, los abroncan con dignidad ofendida, sí, pero el tamaño rampante de los nenes asusta a algunos y ellos se percatan, los muy joíos.

En el patio de un amigo se han cargado barandillas, escrito en las  paredes y fumado porretes en la azotea, provocando una denuncia a la policia. No es raro pasearte por delante del centro escolar a horas lectivas y vértelos en la misma valla, liando a mano algo muy parecido a un cigarro pero que huele que te colocas. Digo yo que debe ser algo medicinal…

Y uno a uno, la verdad es que no impresionan demasiado. Salvo excepciones, manifiestan timidez y atolondramiento cuando están solitos.  Pero lo malo es que son de un gregario que da asco. Tienden a amontonarse como las moscas y en esos agrupamientos aparecen patrones emergentes de comportamiento.

Empiezan entonces las peleas y demostraciones por el liderato; de sus peculiares brainstorming solo surgen diabluras y travesuras. Toda niña que pasa por su lado se gana un papelazo o un quico lanzado con malicia  yéndose, probáblemente, a denunciarlo al colectivo #Feminismos.

No es raro que esparzan burlas sobre ancianos y gente con defectos físicos y que los mismos deban tener cuidado cuando los niñitos se lanzan en picado sobre las aceras, a golpe de pedal o monopatín.  En esas mismas aceras te percatas de que, aunque seas león adulto, tan solo eres uno, estás solo y te rodean algo así como veintitantas hienas juveniles. Es preciso mantener el gesto y el lenguaje corporal despreocupado, porque huelen la sangre fácil.

Menos mal que no estamos en Sao Paulo y se recogen a la hora de comer. Les esperan las consolas y los exámenes. Y en verano desaparecen de la demarcación escolar. A ver si la siguiente generación es mas tranquilita.

Saludines a vuestros adolescentes, si los tenéis, claro.

 


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