Mi bocadillo gourmet
Comer es una de mis pasiones, eso está claro. Y cuando a alguien realmente le apasiona el comer, se suele hacer sin prejuicios, sin poner etiquetas a los platos, sin teñir la comida de tintes sociales y sin juzgarla demasiado. Puede parecer algo trivial e incluso anticuado pero, a mi parecer, no lo es. Parece mentira pero aún hoy en día y en muchas ocasiones se asocia el buen comer con el mucho pagar.Y sé que puede parecer irónico que esto lo diga alguien que gasta mucho en comida pero sigan leyendo...
Para entender lo que digo basta con preguntarse esto: ¿por qué insisten los medios de comunicación en hacernos felices con productos gourmet? ¿Es un producto gourmet mejor que un simple producto? ¿Por qué tendemos a comprar lo más caro creyendo que es más bueno? ¿Y por qué escogemos pato en vez de sopa en una carta de restaurante? Esta realidad existe y el caso más extremo de ello es el llamado síndrome del gourmand.
A mi entender, comer las mayores exquisiteces y los platos más in del momento no es un claro símbolo de amor por el buen yantar. No se trata de una condición necesaria y suficiente. En mi caso particular, y seguramente sea así para otros, las mejores comidas no han coincidido siempre con los mejores restaurantes. Una comida no es sólo el alimento. Y si a ese alimento le ponemos un precio x o un precio y no lo hará mejor ni peor, simplemente alcanzable o inalcanzable, común o extraordinario.
Y así es como este bocadillo de calamares con lechuga y mayonesa me hizo disfrutar. No fue más que un bocata de un bar cualquiera en una calle cualquiera, servido con una simple servilleta de papel y refresco; pero me hizo pensar que en ese momento por mucho que me hubieran servido caviar, foie o cualquier tipo de marisco, hubiese elegido ese bocadillo. Sí, me hizo pensar en la suerte que tengo de poder comer bien y disfrutar con ello gastando poco.
Especial "Tinc Gana" del bar "Tinc Gana" (Gavá, Barcelona) por 4,50€.