Ha sido un camino largo, tortuoso e incluso doloroso en lo personal, pero cada vez más satisfactorio a medida que me acerco a la meta, lleno de señales que me lo muestran.
La última señal la presencia de la Santa Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, cuando hoy 16 de abril del 2012 me he levantado a las 4 de la mañana con la irrefrenable necesidad de escribir mi historia y cuando se ha abierto el ordenador se me han abierto tres ficheros en blanco para que el Espíritu Santo me guié en el tercero en este cometido de escribir mi historia.
Mientras tanto en la habitación de mi madre que duerme con la radio encendida se oye a gran volumen cantar a Nino Bravo “Un beso y una flor” cuyo estribillo dice :
“Al partir un beso y una flor, un te quiero, una caricia y un adiós, es ligero equipaje para tan largo viaje, las penas pesan en el corazón, más allá del mar abra un lugar donde el sol cada mañana brille más, forjaran mi destino las piedras del camino, lo que nos es querido siempre queda atrás.”
¡¡Qué casualidad!!
Ahora, después de estos prolegomenos inicio mi relato, nací y me crié en una familia que no me condujo por el camino hacia Dios, esa parte de mi educación se obviaba o se delegaba en la catequesis de primera comunión o en la estancia durante mi bachillerato en la Institución religiosa de los Hermanos de La Salle, esos tres años me sirvieron para adquirir una cultura religiosa que de otra forma no hubiese tenido, entendiendo por cultura la definición que oí en una ocasión a Camilo José Cela, decía más o menos “La cultura es como el poso que queda en el vaso con el paso del tiempo”, lo que nos queda en el recuerdo de todo lo que aprendemos.
Volviendo a mi camino, en él se produjo un hecho determinante, cuando en 1976, con 12 años recién cumplidos conocí a un inmaduro profesor de matemáticas de 23 años, que me parecía a mi infantil mente, una edad llena de sabiduría y experiencia, de esa forma calo en mi las ideas de ateísmo de las que nos hablaba, en los paréntesis que hacia en la explicación de su asignatura, costumbre esta de los paréntesis que observe a lo largo de mi larga vida de estudiante en algunos otros profesores que llenaban estos paréntesis en las explicaciones de su asignatura, de otros contenidos u opiniones personales, ligados sobretodo con la política, en plena efervescencia en España a finales de los 70 y principios de los 80, años de mi adolescencia.
Años después, en mi época universitaria conocí a un gran amigo y compañero al que tenía una envidia sana, al ver como vivía su Fé de forma callada, sin alardes, pero con una intensidad que si se podía percibir. Yo en mis años de bachillerato había aprendido de los Hermanos de La Salle, que la Fé era un Dón de Dios y en esos momentos yo no tenía ese Dón que envidiaba a mi amigo y que yo percibía que a él le hacia feliz
Para entonces mi autodefinición religiosa había pasado del ateísmo al agnosticismo, la diferencia es que un ateo niega la existencia de Dios y un agnóstico no conoce a Dios porque no tiene el Dón de la Fé, pero como en mi caso tiene grandes deseos de conocerle.
A principios del año 2000, el día anterior a que mi hija cumpliese 3 años, me fue diagnosticada la enfermedad de parkinsón, que siempre como protesta, escribo en minúscula, aunque sus síntomas me acompañaban en silencio desde el año 1995.
En esta época Dios igual que me envío la enfermedad, estaba haciendo que naciese en mi el Dón de la Fé de forma que acepte la enfermedad como Jesucristo acepto la Cruz , yo también tenía mi cruz y la aceptaba como El, y me dispuse a llevarla dando ejemplo como El.
En la primavera del 2005, ocurrió un hecho revelador y definitivo en mi vida, un domingo por la mañana me desperté con la irreprimible necesidad de comprar para poder verla, la película de Frank Capra, ¡Qué bello es vivir! Con James Stewart como protagonista, la compre esa mañana por internet y al cabo de unos días la recibí y la vi recordando las imágenes que quedaban en mi memoria de haberla visto en mi televisiva infancia.
Pasados unos días, falleció Juan Pablo II, y en una de sus múltiples reseñas biográficas de esos días, escuche que su película favorita era ¡Qué bello es vivir!
Juan Pablo II murió a los 84 años después de mostrar con una ejemplaridad singular como llevaba su propia cruz, la misma que la mía, la enfermedad de parkinsón.
Yo en mi época de estudiante era incapaz de escribir, temía las redacciones que nos encargaba el profesor de literatura, y sentía pánico ante el encargo de una poesía.
Pero hace dos años en la primavera del 2010 se desencadeno en mi mente una fructífera y variadísima actividad creadora, que dio lugar en pocos meses a más de 70 artículos, una veintena publicados en prensa digital, artículos de los más diversos temas, humor, deporte, cocina, ciencia, ingeniería,..., creando incluso unos personajes, los niños preinformáticos, que me sirvieron como nexo de unión para relatar mis recuerdos de infancia, ya que niños preinformáticos somos realmente todos los que tuvimos la infancia en los 60 y 70.
Todos estos artículos los recopile en el otoño del 2010 en un blog titulado, “Mis artículos. La hemeroteca de mi vida”, del que nacieron meses después otros dos monográficos, Los “niños preinformáticos” y “Mi ciencia y mi tecnología”.
Al día siguiente de crear mi primer blog cree el segundo “Mis circuitos de slot” para desarrollar el hobby que había descubierto unos años antes, el scalextric, coincidiendo con mi abandono de la vida profesional como ingeniero de caminos, casi toda mi creatividad se volcó al diseño de circuitos, alcanzando en año y medio casi 1000 diseños diferentes, y haciendo con ellos felices a muchas de las 100.000 personas que han visitado mi blog desde todos los rincones del mundo, con casi 340.000 páginas vistas, apareciendo en google en cualquier consulta que se haga sobre scalextric o slot.
Doy gracias a Dios por este camino que me ha llevado a servir a los demás de una manera tan singular, haciendo buena la frase de los caminos del Señor son inexcrutables, que la vida le lleva a uno por sitios incomprensibles e inimaginables que no siempre parece lo mejor que pueda ocurrir. Sin embargo de esas situaciones, incluso de las peores, Dios se sirve para acercarnos al bien.