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Mi colegio

Publicado el 15 abril 2009 por [email protected]
La Señorita Marisa en uno de sus primeros años en la IslaA veces, el comentario más baladí te hace recorrer el espacio de tu memoria y, en ese recorrido, de repente, te paras delante de un rostro familiar. Eso me ha pasado hoy a mí. Le he dicho a una de mis hijas que cuide su libro, que no se doblan las puntas de las hojas. Este comentario me ha trasladado a un aula de mi colegio, con una puerta de corredera enorme, donde escuchaba la voz de una de esas personas que te marcar, la Señorita Marisa. Me ha parecido oír cómo decía “no dobléis los picos de las hojas”. Casi sin querer, mientras iba en el coche para recoger a mi hija al colegio, mi mente ha ido recorriendo los pasillos del colegio Florentina Bou, he repasado las caras y los nombres de mis profesores y profesoras, y hasta he podido saborear las tortillitas de carne de Concha.
La señorita Marisa, D. Juan “Letona”, D. Francisco “el Comparito”, D. Manolo Rico, D. Sebastián (impresionantes sus pantalones de campana y cuadros, y su R-8), D. Benito….
Todas estas personas han dejado algo en mí, en mi manera de ser y de sentir, en mi yo más íntimo.
Recuerdo con mucho cariño la inauguración del colegio, sus grandes puertas, su magnífico gimnasio, la multicopista, en la que tantas veces ayudé a los profesores a hacer lo clichés. Recuerdo a Antonio, con su enorme ramillete de llaves colgadas de su pantalón, metiéndonos prisa a Amparo y a mí para que entráramos, que iba a cerrar la cancela. Recuerdo cómo las mañanas en que había niebla, a la altura de la gasolinera de Cabello, nos gustaba imaginar que la niebla, lejos de ocultar el colegio, lo había hecho desaparecer. Recuerdo los autobuses del Casero que traían a los niños y niñas desde Alfonso XIII y del campo.
Recuerdo que los recreos los pasábamos en la cocina de Concha, cortando el pan que después se serviría en el comedor. Algún día seremos capaces de valorar lo que ese comedor ha supuesto para muchos niños y niñas de la Isla.
También recuerdo los puestos para vender chucherías, las rifas y los festivales para que octavo fuesen de excursión.
Ya casi al final de mis cursos en el Florentina Bou llegó un profesor bajito, muy nervioso, que rápidamente se puso a organizar la biblioteca, era Paco Murcia.
Durante algunos años después de terminar octavo seguí vinculada al colegio. Recuerdo que seguía ayudándole a Francisco Rodríguez con sus tareas de la secretaría del colegio, seguí colaborando con la Biblioteca, aportando fotografías para que Paco y Matías hicieran sus exposiciones (cuánto de ellos hay en este blog) incluso con algún grupo de teatro….
Hoy al escribir estas líneas siento nostalgia de mi colegio. ¿Por qué dejé de ir? Quiero volver, necesito volver al que fue mi colegio, donde recibí la base de mi educación durante siete maravillosos años, quiero volver a comer en el comedor de Concha, quiero volver a llenarme las manos de tinta de la multicopistas, quiero volver a mojarme en la fuente y quiero que Marisa me vuelva a decir que no corra más por los pasillos, quiero volver a compartir un rato con aquellos compañeros y compañeras, profesores y profesoras que, sin yo darme ni siquiera cuenta, tanto me marcaron.
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