Justo hace hoy 8 años, cuando mi blog, Tiflohomero, daba sus primeros pasos, escribí lo que a continuación recupero para ti con el deseo de ayudarte a reflexionar y disfrutar.
Feliz tarde de sábado.
Definición de los sentidos
Tal vez porque sólo nos damos cuenta del valor que tiene algo cuando ya no lo tenemos, quiero apostar por la grandeza de los sentidos, porque simbolizan
algo más, mucho más, que meros órganos fisiológicos que tenemos ahí.
Los sentidos son un medio para integrarnos en el mundo y ser seres plenos. Por eso, debemos fomentarlos y cuidarlos. No nos damos cuenta de su importancia
porque están ahí, los utilizamos a diario y sin más. Y claro, ¡disponemos de tanta tecnología, tantas herramientas…! que ¿para qué vamos a pensar en ellos?
Pues yo sí quiero ofreceros una definición amplia de sus dotes.
El sentido: cuando alguien lo pierde deja de ser, ccede su identidad al absurdo o a otra persona. ¿Entonces qué nos queda sino lo tenemos? Huyamos de las
drogas que nos llevan a semejante pérdida.
La vista y los ojos: a través de ellos miramos la belleza y la fealdad, pero también nos desnudamos ante los demás. Cuando alguien quiere ocultarse se
pone gafas oscuras. Pero qué fortuna poder ver, ver a un niño que sonríe, una flor con toda su belleza, el rostro del ser amado, una obra de arte. Y mirar,
mirar para saber comprender esas cosas bellas que encierran el misterio.
El oído y las orejas: percibir la música que nos relaja y nos transporta al mar, a un pájaro de colores y a la voz, la voz susurrante o cálida de alguien
que quiere guiarnos.
El olfato y la nariz: el olor deja un rastro imbolrrable en nuestra mente. Aquello que nos ha marcado desde el principio de los tiempos: la leña quemada
en el hogar, el pan en el horno, el jabón en la ropa recién lavada o el perfume de aquella persona que nos sedujo alguna vez. Y la nariz, respingona, chata
o contundente, un rasgo de personalidad.
El gusto y la boca: saborear los alimentos preparados con el cariño de una madre o la persona que nos ama. Tener buen gusto: ser elegante. Y darnos un
gustazo: un placer, un capricho. ¿Y la boca? Besamos, sonreímos, nos expresamos.
El tacto y las manos: ¿cómo podríamos crear sin ellas? Acariciamos y ofrecemos apoyo cuando alguien está a punto de caer. Si tenemos tacto somos delicados.
Es el sentido de mayor cercanía. ¿Hay algo más hermoso que dar una caricia? Deberíamos de poder tocar más y desterrar esa identificación despectiva de
que si a alguien le gusta acariciar, se le dice “sobón”.
Pero hay además dos sentidos suplementarios a los anteriores tan importantes como aquéllos: el sexto sentido y el sentido común.
El sexto sentido: la intuición, la perspicacia, el saber cuándo algo importante nos acecha y poder atraparlo, fijarnos en él. Supone estar alerta, huir
del ruido que nos impida utilizarlo.
Y el sentido común, algunos le dirían lógica. Es lo evidente, el reconocer en el esfuerzo, la familia, la virtud de la palabra dada y el compromiso las
señas de identidad que nos hacen ser personas íntegras y dignas de quienes nos han creado en nombre de Dios y el amor.
Mi vista velada no me impide saber mirar de frente a quien se dirige a mí. Me enorgullece escuchar de alguien: “tú ves”.
Mi oído me hace saber cómo está anímicamente la persona que me habla e imaginar libremente cómo es. No importa que lo que yo esté imaginando no sea real,
es divertido jugar especulando cómo es esa persona que se sitúa a mi lado.
La boca: a través de ella sonrío agradecido a quien me ayuda y saboreo un rico manjar acompañado de mis seres queridos.
¿Y las manos? Gracias a ellas puedo moverme sin miedo agarrado a un bastón o a un brazo generoso, percibo y leo.
Todo esto me sugiere el hablar de los sentidos ¿y a vosotros?