No me gusta nada de lo que escribo y sin embargo sigo escribiendo.
Debo ser masoquista porque disfruto siendo maltratada y humillada una y otra vez por este
demonio que se me clava en el pecho e intenta asfixiarme. No leo nada de lo que escribo
para no defraudarme. El orgullo busca su sitio entre tanta humillación. Podría decir que
ahora ya es algo personal entre tú, mi querido demonio, y yo.