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Mi GPS y mi mujer. Guerra sin cuartel.

Publicado el 11 enero 2010 por Bloggermam
Mi GPS y mi mujer. Guerra sin cuartel.
Me han regalado un GPS. Un Tom-Tom noséqué, es decir, un aparato normalito. No vayáis a creer ahora que soy capaz de encontrar las siete bolas de dragón o que me puede ayudar a encontrar un virgen en la Costa del Sol –además qué fatiga, una virgen a estas alturas-, tampoco muestra la salida a la crisis, ni dónde me ha escondido los calcetines el perro.
Pero me resulta muy útil cuando lo uso yo solo. Porque tiene un par de modos de funcionamiento que no sé si tienen los demás GPSs del mercado. El primero es un modo simple, sencillo, yo le llamaría GPS en modo aburrido, que consiste en que tú le indicas la dirección a la que quieres ir, y el aparato con la típica voz de locución telefónica te va indicando la ruta hasta que llegas. Además lo hace muy bien. Pero es un modo aburrido, porque el GPS sólo tiene que calcular una ruta e ir susurándotela como un copiloto somnoliento.
Cuando uso el GPS en este modo, es cuando voy solo en el coche. Suelo ir escuchando algo de música y de reojo voy mirando la ruta que me indica el aparato, hablando con él con confianza. Diciéndole “Claro! Yo siempre quise venir por esta calle..." o “Eso es, por el camino más corto, con dos cojones”. Pero todo cambia cuando el modo de uso es otro.
El modo realmente potente que tiene mi GPS es el modo esposa a bordo. Es un modo mucho más interesante porque el aparatito en cuestión tiene la oportunidad de evolucionar hacia un estado intelectual superior.
El reto de evolución de mi GPS comenzó el primer día que empezamos a probar el aparato. Pusimos una ruta sencilla y conocida para ver cómo se comportaba el aparato. Introdujimos la dirección de destino conocida, calculó la ruta inmediatamente y comenzamos el paseo.
En la primera bifurcación el aparato dice “en 80 metros, gire a la izquierda”.
-Bien –pensé- vamos a Málaga por la ruta corta y sin semáforos.
-Por la derecha – fue la escueta sentencia de mi mujer
En ese momento comenzó algo para lo que el pobre GPS no estaba preparado. Bueno, ni el GPS ni el mejor guía sioux: las indicaciones de mi mujer.
Ahí estaba yo, dudando entre hacer caso a Marta (la voz del GPS) o a mi mujer. ¿Quién no ha tenido esa sensación de que la va a cagar haga lo que haga? Dos voces femeninas indicándote cosas opuestas. ¿Es una prueba? Evidentemente yo quería llegar cuanto antes a destino, pero también me interesaba llegar vivo. De modo que opté por girar a la derecha, como dijo mi mujer; porque con el GPS no tengo intención de mantener ningún tipo de relación íntima, por muy Marta que se llame la voz que sale de su interior.
Pero Marta no se rindió y tras unos momentos de duda, de retorcer el mapa y de buscar rutas alternativas comenzó a calcular otras posibles formas de llegar…y ninguna de ellas era parecida a la ruta que acostumbra a usar mi mujer. Así que en cada cruce el GPS decía “gire a la derecha” y mi mujer indicaba a la izquierda. Y viceversa. Tanto es así que mi esposa se dirigió al aparato con un amenazante “Al final vamos a terminar discutiendo…”
Se nota que tal cúmulo de putadas comenzó a desequilibrar la cibernética conciencia de Marta y comenzó a ponerse borde. Lo cual se notaba en frases como “Manténgase a la derecha, a la derecha” que sólo le faltó apostillarlo con un “A la derecha he dicho, cojones!” Y lo curioso es que yo ya iba por la derecha. Pero seguro que estaba preparándose para cuando ordenara tomar la salida de la autovía y mi mujer dijera “No bonita -y dirigiéndose a mi, soltara-  ahora me vas a hacer un triple tirabuzón mortal con el volante hacia el techo y un turchenko con patatas y salida por el hipercor”.
A partir de ese momento el GPS se vuelve loco y tras un par de cruces en silencio y menenado el mapa de un lado a otro como si estuviera fregando el satélite, comienza a soltar frases del tipo:
“A doscientos metros haga lo que le de la gana”
“Gire al revés de lo que le indico”
“Atraviese la rotonda por mitad de la fuente, invita la casa”
“En ochenta metros incorporose al culo del coche de la Guardia Civil”
“Manténgase en el carril de contra sentido, el trailer está cerca”
“En la rotonda tome la segunda salida, no, la tercera, no, bueno, la segunda… Se ha pasado la salida”
“Rostro pálido ir por buena ruta, huellas gasoil estar frescas”
“En el próximo cruce, tire una moneda al aire”
“Se aproxima a su puticlub favorito, ¿paramos una horita?”
“Atención, radar fijo, acelere”
“Excede en 40 puntos el límite de mi paciencia”
“No necesita un GPS, necesita un psiquiatra”
“No me agobies, que me estoy rascando el microchip”
“Ya me decía mi madre que estudiara para ser un iPhone de provecho y no un GPS de mierda”
“Al girar a la izquierda, baje la ventanilla, y lánceme lejos”
Afortunadamente no he tirado el GPS y tengo a Marta haciendo un curso de budismo para ver si recupera la compostura.
No obstan te creo que la pobre está a punto de cobrar conciencia como entidad viva y pedir a gritos que le pongan al frente de una comunidad de lemmings suicida, para que por lo menos alguien en su vida le haga caso. Pero con la escasa suerte del aparatito seguro que le ponen al frente de una comunidad de lemmings sorda.
Mi GPS y mi mujer. Guerra sin cuartel. Mi GPS y mi mujer. Guerra sin cuartel. Mi GPS y mi mujer. Guerra sin cuartel. Mi GPS y mi mujer. Guerra sin cuartel. Mi GPS y mi mujer. Guerra sin cuartel. Mi GPS y mi mujer. Guerra sin cuartel. Mi GPS y mi mujer. Guerra sin cuartel. Mi GPS y mi mujer. Guerra sin cuartel.

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