Le gusta tirar sus bloques, sus tapaderitas y sus colores, que son lo que más se presta para eso; pero en general, le gusta tirar.
Tiene un platito en el que van seis rebanadas de pastel. Con ese juguete, suele molestarse si se caen las piezas; pero le gusta tirar, así que tuvo una temporada en que tiraba las rebanadas a propósito y luego se quejaba amargamente porque habían caído. También le gustaba -o le gusta- aventar; pero eso sí me molesta, así que ya lo hace mucho menos, a fuerza de repetir unas cien veces: "Eso no es pelota, ve por una pelota si quieres aventar".
El caso es que a la niña le gusta tirar los juguetes, y sea que los tire o los saque, le gusta que estén "tirados".
Yo entiendo lo que es querer que una cosa esté en determinado lugar de determinada manera, mientras estás usando otra, y entiendo que a veces estás usando algo que en ese momento no estás mirando, ni tocando, ni nada. Tal vez por mi empatía, me parece bien que haya juguetes por todos lados, prácticamente todo el tiempo. Pero en algún momento tenemos que recoger y guardar. Y casi nunca está de acuerdo. Para ser precisa, en las últimas semanas, nunca ha estado realmente de acuerdo.
No puedo decir que no sé que hacer. Me queda claro que en estos casos, el condicionamiento es útil y que nos urge incorporar "horas de recoger" a la rutina. Pero he sido negligente. Pretextos me sobran; al final casi siempre se trata de que pido paz y me sale más barato recoger yo. Claro que en la educación de los hijos, más que en cualquier otra cosa: lo barato sale caro. A ver si publicarlo aquí me hace aplicarme.
De cualquier manera, todo mi reconocimiento a los creadores de la canción: "A guardar, a guardar" (Esta es mi versión preferida.) Si algo ha sido posible, ha sido gracias a ellos.
Al menos, hay por donde pasar.
El final de un día normal, nada caótico.
Silvia Parque