Mi hija toma su espacio de existencia y se instala en el mundo, sin duda.
Luego, entró en una fase dramática. ¡Había que oí sus "AY, AY, AY"! Un niño al que estuve dando clase, creyó que su papá estaba pegándole. Nosotros que ni el gesto de levantar la mano hacemos, bien podríamos pasar por torturadores si alguien la escucha en ciertos momentos.
Ahora, el "sufro muchísimo" ha tomado toda la energía de la oposición humana creada generación tras generación. No sabía el umbral que estábamos cruzando la tarde de su primer berrinche. Pero aquí seguiremos, en el camino del amor.
Silvia Parque