Revista Diario

Mi hija y yo, haciendo amigos

Publicado el 20 mayo 2012 por Pirfa @paloma_pirfa
Mi hija y yo, haciendo amigos
Yo casi nunca le pido a ningún personaje que se haga una foto conmigo. Afortunadamente, por mi trabajo, he conocido a algunos que me han resultado muy interesantes y de los que me gustaría haber guardado algún recuerdo de mi encuentro con ellos, pero el pudor siempre me puede. Hoy ha sido diferente. En la Feria del Libro de Sevilla han confluído tres de mis autores predilectos y he querido que Cecilia guarde un recuerdo de este día, en la Plaza Nueva, junto a tres de los escritores preferidos de su mamá (a la que espero que recuerde, entre otras cosas, leyendo).
Mi hija y yo, haciendo amigos
A Eduardo Galeano, que ha presentado Los Hijos de los Días, lo vimos ayer por la tarde entre la multitud. Eran tantos y llevaban allí tanto tiempo que, desde el sitio en el que estábamos, apenas lo escuchábamos. Además, tuve que darle la merienda a la pequeña y me perdí parte de la presentación de este libro  que contiene reflexiones como ésta, por ejemplo:
El 20 de marzo del año 2003, los aviones de Irak bombardearon los Estados Unidos. Tras las bombas, las tropas iraquíes invadieron el territorio norteamericano. Hubo numerosos daños colaterales. Muchos civiles estadounidenses, en su mayoría mujeres y niños, perdieron la vida o fueron mutilados. Se desconoce la cifra exacta, porque la tradición manda contar las víctimas de las tropas invasoras y prohíbe contar las víctimas de la población invadida. La guerra fue inevitable. La seguridad de Irak, y de la humanidad entera, estaba amenazada por las armas de destrucción masiva acumuladas en los arsenales de los Estados Unidos. Ningún fundamento tenían, en cambio, los rumores insidiosos que atribuían a Irak la intención de quedarse con el petróleo de Alaska.

Esta mañana, Galeano ha conocido a Cecilia y Cecilia ha conocido a un señor al que su madre no imaginaba tan mayor (una torpeza, porque Las venas abiertas de América Latina tiene ya más de 40 años).
Mi hija y yo, haciendo amigos
A pocos metros de allí, Luis García Montero escuchaba a la mujer que le dedica todos sus libros. Ella hablaba de "la necesidad de que este país recupere la normalidad" y felicitaba a los lectores sevillanos "por ser tan observadores" en una interesante conversación con su auditorio. García Montero, uno de mis poetas  contemporáneos preferidos, ha querido coger en brazos a Cecilia justo después de que yo empezara a presentarme. No me ha dejado terminar. Tras escuchar mi apellido me ha preguntado:  -¿Hija de Antonio Jara?- -¿El de Caja Granada?- Le he contestado- No. Ojalá lo fuera. Tendría más dinero del que tengo ahora. Y los dos nos hemos reído del tonto malentendido, después de acabar de presentarme.  Lo que no me he atrevido, hoy tampoco, a contarle es que  he llevado un libro suyo durante meses en mi bolso porque, en un momento determinado de mi vida, ese libro fue mi alimento principal y lo leía compulsivamente. Como una adicción necesaria.
Mi hija y yo, haciendo amigos
La mujer que le dedica todos sus libros, su mujer, es Almudena Grandes, de la que he leído, entre otros, sus tres últimos libros que dedica a la Guerra Civil y la posterior represión franquista. El Lector de Julio Verne me ha gustado y conmovido tanto como los anteriores. Grego dice ahora, después de escucharla, que está deseando leerlo porque habla de un hijo de Guardia Civil "al que también le regalaban entradas para los toros y fichas para los cacharritos" ( y es que hay cosas que, en las casas-cuartel de España, no han cambiado tanto en los más 40 años que separan a Nino de Gregorio).
Mi hija y yo, haciendo amigos
Ha sido un día muy especial, por muchas cosas. Porque la lluvia de esta madrugada ha dejado tras de sí un limpio y luminoso y porque mi pequeña familia y yo nos hemos echado a la calle para pasar el día entre libros, escritores y amigos. Porque hemos paseado mucho, hemos comido en abundancia y Cecilia ha disfrutado viendo las palomas y los caballos en el entorno de la Catedral. Por todo eso y porque ahora, que termina el día, Gregorio celebra la victoria del Chelsea de forma especialmente exagerada para que Cecilia ría a carcajadas y yo, que escucho su ataque de risa mientras escribo, pienso en los feliz y afortunada que soy. Literaria y vitalmente.

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