Revista Talentos

Mi historia

Publicado el 03 mayo 2015 por Isabel Topham
Nunca entendí por qué no puedo ser otra persona y no, yo. No me gusta ser siempre la chica tímida y callada que mata todo su dolor en silencio. Ser tan vulnerable hasta el punto de pasar desapercibida. Siempre he envidiado a esas personas que hablan hasta aburrir y a esas personas que hablan de tener un mejor amigo espectacular con quien compartir sus noches y días… su vida, tanto en general como en particular. Ahogar mi necesidad y ganas de llorar en el hombro de un amigo cuando lo necesite y no pensar en si alguien me ve y sonríe al verme triste. No tener remordimientos al enfadarme con alguien por cualquier tontería y exigir un perdón aunque sea el otro quien lleve la razón.
No digo que no haya tenido la oportunidad de tenerlo, ni de no tenerlo. Pero, no sé cómo hablar acerca de mí sin que me resulte incómodo, me sonroje o me tomen en serio. Por un momento me gustaría no saber escribir y que sea el diálogo mi mayor debilidad, y no la pluma ni las teclas del ordenador las que me hagan debilitarme por completo. No quiero que esta vez sean mis manos las que te inviten a conocerme sino mi voz. Me gustaría ser yo pero siendo a su vez, otra persona. Para saber qué y cómo se siente. Para cambiar sin dejar de ser yo, y que los demás apuesten por mí en una noche de fiesta. Por una vez quiero ser quien dé envidia al mundo y no éste, a mí.
Nunca he entendido por qué debo preferir una fiesta con muchos amigos y desconocidos a una noche de pocos amigos pero, en familia. Que no digo que no lo haya decidido alguna vez, ni nada. Simplemente, que disfruto de igual manera todas las opciones que se barajen sobre la mesa. Intento decidir teniendo muy claro lo que quiero en el momento, y con quien quiera compartirlo.
Siempre me quise aceptar tal cual soy y no ser tan influenciable en cuanto a las opiniones ajenas, conformar y proteger mi autoestima y girarle la cara con tanta facilidad a quien me intenta ofender. Pero, en cambio, siempre he sido débil, tímida e inocente. Siempre me ha causado impresión cuando me miro al espejo, y apenas paso dos minutos frente a éste. No me quiero volver a esconder de mí, y ésta vez, poder sentir lo que piensa alguien que se quiere de verdad a sí mismo. No quiero que el dolor me mate sino todo lo contrario, acabar yo misma con el dolor.
Quiero ser yo tan libre como mi mente y que mi personalidad sea como mi imaginación, sin limitaciones ni cadenas impuestas por la sociedad. Quiero dejar de ser alguien callada para poder ser alguien en quien confiar de verdad, desde la primera impresión sin tener que esperar un solo segundo en contarme tus penas (y alegrías); de esas personas que, con tan sólo verle, algo te dice que seréis grandes amigos. Tener en mi agenda a cientos de números de teléfonos que estarían dispuestos a pasar un fin de semana conmigo y, hacerme compañía. Me gustaría contarle al mundo todo lo que siento, y pienso, en cada momento sin necesidad de esconderme detrás de una pantalla ni pensar en las posibles etiquetas que me pudiesen atribuir los demás al escuchar mi historia. Poder reírme a carcajada porque realmente esté feliz, y no tener que fingir solo un momento para que cualquiera piense que estoy bien (y así, ahorrarme las explicaciones). Me gustaría hablar con muchas personas y me sienta a gusto al hacerlo, sin sentirme excluida o fuera de lugar. En definitiva, que pueda ser yo en cualquier momento sin que nadie se burle o humille; y si es así, que le den. Pero, tened en cuenta que, hablar de sí mismo nunca fue fácil. Lo siento.

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