Mi mente lo había interpretado como una afrenta personal, prácticamente un insulto a las leyes de la justicia y del universo, una infamia. Y recordaba porqué suelo preferir las amigas mujeres a los hombres, si, son cómodos porque juzgan menos, porque son más simples y ligeros, pero también son bobos y superficiales. No podía terminar de describir mi decepción. Y ese lugar cerrado e interesante que me parecía su mente, de repente se me convirtió en un lugar que ya no deseaba visitar más. Yo sé, sé que soy como una niña pequeña, que sigo exactamente la misma lógica y los mismos procesos que cuando tenía 16 años. Ya no se me antoja jugar contigo, eres como todos los demás.