Revista Talentos

Mi niña no lleva nada en el cabello

Publicado el 04 agosto 2016 por Sylvia
Hace unos días trataba de recogerle el cabello a B con un broche, mientras ella se oponía ruidosamente, como si fuera una cosa terrible. Me pregunté por qué estaba forzándola. Me contesté y tomé decisiones.
No creí que pudiera recogerle el cabello hasta hace relativamente poco. Estaban de visita una amiga mía y su hija; entre una cosa y otra, mi amiga mencionó que sí le alcanza el cabello a B, para hacerle una colita. Para mí fue una gran sorpresa. Se la hice y me encantó. B me dejó experimentar con otro peinado y duró un rato con moños en la cabeza. Así que pensé que lo repetiríamos. Pero no.
Tratando de ponerle el broche, examiné:
- ¡Tiene que peinarse! Vivimos en una sociedad en la que la gente tiene que peinarse. Cierto que yo no me peino mucho que digamos, pero está claro que peinarse conviene... si yo tuviera quien me peinara...
-- A ver: no tiene que peinarse con cosas en la cabeza. Si el cabello está acomodado, pasa; lo demás es el inicio de un canon que así, como canon, no le conviene.
- ¡Es que yo quiero ponerle moñitos! Yo que la parí y le cambio los pañales. Esos moñitos tan lindos que le compró su abuela..
-- Pues no es una muñeca.
- ¿Y va a creer que está muy bien armar un escándalo porque trato de peinarla? Yo soy la autoridad y ella tendría que dejarse. Si digo que le voy a recoger el cabello, le voy a recoger el cabello *imagino a su papá diciéndole que tiene que hacerme caso*.
-- ¡Pues no es una muñeca!, en serio. La autoridad no es para que me dé gusto. Ya decido qué, cuándo y cómo, la mayor parte de las cosas de su vida. Hasta donde recuerdo, tengo un cabello propio por si quiero ponerme moños.
Entonces oí las voces...
Los consejos y trucos "para que se deje peinar"; las apreciaciones sobre "cómo debería verse"; pero sobre todo, mi ego queriendo tener una "niña bonita" a la que le digan "qué bonita te ves".
Y oí su llanto.
Para ese momento ya había tratado de distraerla con la canción de Elmo, había tratado de negociar con ella "nada más una vez te peino y muchas veces no te peino" -como si pudiera entender del futuro-, y ya me había puesto severa, ordenando que se quedara quieta.
Pero entonces oí su llanto y me acordé de la niña china de esa novela maravillosa cuyo título ahora no recuerdo, a la que su mamá le venda los pies. No dramatizo: no estoy comparando recoger el cabello con aquello, pero me acordé porque estábamos pasando por todo el asunto para cumplir un mandato cultural porque ella es niña. No habríamos estado en eso, de ser un niño.
¿Y por qué mi hija va a tener que incomodarse, por ser niña, para "verse bonita"?
Ella, más centrada que yo, buscó mi teta y mamó para sentirse segura. Así le puse el bendito moño. Pero decidí no volverle a hacer eso.
Los fabricantes de zapatos tienen como prioridad que las bebés se vean lindas, por lo que ningún modelo de zapato para niña -de los que encontré- se comparó en estructura a los modelos para niños. Así que B lleva zapatos para niño. Mis prioridades no son las de los fabricantes de zapatos, ni las de las voces en mi cabeza.
El fin de semana pasado fuimos a una fiesta. Le puse un hermoso vestido y sus zapatos, y traté de ponerle una banda que hacía juego. No quiso. Lo intenté por segunda ocasión, por si acaso, pero fue claro que no quería. Le parecía bien examinar el objeto y chuparlo: no llevarlo en la cabeza. Así que no llevó nada en la cabeza. Mis prioridades tienen que ver con el respeto y la libertad.
Silvia Parque

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