Y entre todos por escudo, de pronto, desde el este, apareció él, rodeado y nítido. Tan bello, tan unánimemente bello. Con sus rizos esponjándose alrededor de sus lóbulos. Sonrosado apenas, apenas dibujado, sosteniendo el recuerdo de las huestes milenarias de sus antepasados. Todo piel, todo tallo. Era como una acuarela de un paisaje toscano: brillante, fresco, liviano, intangible.
Miró el cielo frío. Ni una nube. El invierno austero y misterioso se ofrecía que una descomunal lengua acristalada. Y ese muchacho, una criatura apenas, disimulaba entre tantos su desamparo, haciéndose más transparente, en ese universo de rostros cetrinos, amarillos, sudamericanos, turcos, africanos, arios.
¿A quién podría importarle el paso de ese muchacho etéreo? ¿A quién? Sin embargo, él sabia que algún ojo, alguna mano, podría estar atenta en ese peculiar estado ansioso en que se encontraba ese mundo nuevo.
Sin embargo, la tarde con su tibio sol restante, abrigaba a todos por igual. Esa luz manchada por los trazos de algunas sombras, como una gran madre, trataba de rescatar a esos transeúntes perdidos entre las diferencias indiferenciadas, agotados por la constante búsqueda de una identidad sobreviviente.
No hay frío más intenso que el que se lleva en el alma; ese que sorprende a las gentes errantes que, sin raíces, buscan su lugar en la Tierra.
Y él caminaba. Caminaba reflejándose en las pupilas de los ojos que azuleaban su negro, en el sudor helado de las frentes de ébano, en las mancuernillas de los señores de traje, en los vidrios de las ventanillas cerradas y en las gemas de los engarces. Y él caminaba tal lo prometido. Entre los vivos y entre los muertos. Entre las noches y las madrugadas.
¡Dios mío! dijo un viejo no creyente, ¿dónde demonios has estado? te estuvimos esperando. Tu madre llora desde hace años. A tu hermano lo mataron ¿lo sabes?
Si, viejo, lo sé. Por eso he regresado. ¿Dónde está el fuego? ¿Lo han encendido? Traigo conmigo el azufre…hay que prepararlo. Llegó el tiempo.
Si lo soñé mientras caminaba, mientras andaba por las calles de esa ciudad antigua, con el subconsciente de todas y cada una de las otras vidas pasadas y presentes rozándose al pasar… si lo soñé… ¿qué lo hace real?
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